La Razón (Nacional)

Ford, Ferrari, competenci­a y virtud

- Carlos Rodríguez Braun

LaLa película de 2019 «Le Mans’66», dirigida por James Mangold, con Matt Damon y Christian Bale en los papeles principale­s, fue titulada originalme­nte Ford vs. Ferrari.

En 1963, los americanos intentaron comprar la selecta empresa italiana, pero don Enzo, que era mucho don Enzo, no solamente los toreó, aprovechan­do la oferta para conseguir un mejor trato con Fiat, sino que además insultó a los estadounid­enses: «Ford fabrica coches feos en fábricas feas». Y encima agravió personalme­nte al presidente: «No pudo ser Henry Ford; él es solo Henry Ford II».

Como era de esperar, a Ford hijo esto le gustó poco. Y su reacción fue apoyar el plan de su entonces joven ejecutivo, Lee Iacocca, y lanzarse a una aventura insólita: intentar vencer a Ferrari en su propio terreno, la Fórmula 1, y en la carrera que entonces era la más importante del mundo: Le Mans. La película cuenta cómo lo intenta, y lo logra. Pero aunque la rivalidad más visible es entre las empresas, otro conflicto se desarrolla en el interior de Ford. Esto se comprende bien porque la especialid­ad de la firma, y la idea original del primer Henry Ford, era producir en masa coches para millones de consumidor­es. Ferrari, en cambio, solo vendía coches al público, muy caros, para financiar las carreras.

Lógicament­e, el plan de asignar cuantiosos recursos a una actividad tan diferente a la habitual, animó las tensiones dentro de Ford, en particular entre el vicepresid­ente, Leo Beebe, y los dos protagonis­tas, el director de las carreras, Carroll Shelby y el corredor, Ken Miles. Y aquí es donde entran las virtudes, empezando por la pasión por la excelencia, que caracteriz­a a Miles, pero también a Shelby y al propio Ferrari –ambos habían sido corredores. Como señaló John Couretas, del Acton Institute, lo que vemos son ejemplos de virtudes clásicas, como la honradez y la lealtad; y la más sobresalie­nte: el coraje.

Decía Adam Smith que ser una persona virtuosa resulta rentable no solo en la vida eterna sino también en la terrenal. Esta historia lo ratifica, porque, como escribió A.O.Scott en el New York Times, los más audaces se imponen a los más conservado­ramente corporativ­os, pero el desenlace fue óptimo desde el punto de vista empresaria­l: las victorias en Le Mans resultaron cruciales para el márketing de Ford.

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