La mutable belleza del color
Fundación Telefónica propone un estimulante recorrido por las diferentes facetas socioculturales de este concepto capaz de captar el interés de artistas, científicos y tecnólogos
Todo lo que nos convierte en conjunto, aquello que nos construye como parte integrante de un todo, desde la belleza hasta la sangre, el poder, la fragilidad, el agua o la ira tiene un color. En el cine de Kieslowski, por ejemplo, la poética utilización de los colores contribuye a la construcción simbólica del estado anímico de sus personajes. De esta manera la función estética primigenia se expande lo suficiente como para poder entender que la tristeza que invade al protagonista de «No amarás» es azul, que el verde es el color de la suciedad moral, que la felicidad de Irène Jacob en «La doble vida de Verónica» es amarilla y que blanco es el color de la soledad.
Incluso en el aire
Admirables servicios, por tanto, ha prestado y presta la mutabilidad del color en la propia configuración del mundo debido a la subjetividad con la que se percibe. El color, es al cabo, una invención y como tal, contiene infinidad de convenciones culturales, históricas y sociales que ahora Fundación Telefónica se atreve a desgranar mediante la exhibición de «Color. El conocimiento de lo invisible», una ambiciosa exposición comisariada por María Santoyo y Miguel Ángel Delgado que intenta arrojar luz sobre un planteamiento en apariencia sencillo pero conceptualmente hermoso: qué son y cómo se crean los colores. «Vivimos rodeados de colores, inmersos en ellos. Sin duda eso nos influye en muchísimas cosas, desde cómo somos capaces de valorar los objetos que vemos hasta la forma que tenemos de pensar o recibir aquello que nos afecta. Los colores están en absolutamente todas las facetas de nuestra vida, incluso en el aire», matiza Delgado. En un intento divulgativo por hibridar la faceta puramente científica del color con esas otras parcelas más contextuales y antropológicas, la muestra propone un recorrido por la tercera planta del edificio de la fundación que comienza con un invento de corte revolucionario como el prisma de Isaac Newton y la separación visual de la luz, aborda de forma progresiva esa derivación sensible y romántica que culmina con las teorías cromáticas de Goethe, revisa los usos y costumbres de determinadas tonalidades en prendas de vestir tan subversivas como los vaqueros o los monos de trabajo industriales y finaliza con unos retratos llevados a cabo por la artista italiana Roselena Ramistella con una cámara térmica en donde personas en situación de vulnerabilidad exteriorizan sus emociones sirviéndose de los diferentes colores captados por la propia cámara.
María Santoyo incide en una de las partes de la exposición vinculada a la influencia cultural del color: «Podemos decir que esta sección es un pequeño Victorian Albert. Un área museográfica con piezas totalmente transversales, en donde hay piezas textiles, cultura popular, obras de arte importantes…». La comisaria además analiza en forma de remate las paradójicas asociaciones de género que históricamente se han establecido con determinados pigmentos: «el azules un color que simbólicamente todavía se sigue atribuyendo a lo masculino por oposición al rosa. En su origen, además de ser un tinte extraordinaria mente costoso que venía del lapislázuli, era un color muy rico destinado a representaciones regias y se asoció inmediatamente con los mantos de la Virgen, por lo que inicialmente fue un femenino. El descubrimiento del azul de Prusia favoreció su uso en uniformidad militar y de ahí pasó a ser masculino».
«El azul es un color que todavía se sigue atribuyendo a lo masculino», señala la comisaria María Santoyo
DÓNDE: Fundación Telefónica, Madrid. CUÁNDO: del 16 de junio al 9 de enero de 2022. CUÁNTO: gratuita.