¿Podemos predecir la próxima pandemia? Tal vez no el virus, pero sí el «culpable»
Muchas crisis sanitarias tienen un origen zoonótico, por lo que cabe preguntarnos qué animales podrían causar la próxima
Vivimos en un planeta de virus. Los océanos acogen a tal cantidad de estos que, si tomáramos el carbono de todos ellos, su peso equivaldría al de 75 millones de ballenas azules. El SARSCoV-2 es tan solo uno de los incontables virus que pueblan la Tierra y, precisamente por eso, predecir la próxima pandemia se presiente como buscar una aguja en un pajar. Pero, ¿podemos acaso pretender tener bajo control a la totalidad de la virosfera? Tal vez sea poco realista responder que sí, pero existen estrategias que facilitan el trabajo y que podrían ser la clave para anticiparnos a lo que está por llegar.
Los virus están altamente especializados, lo cual significa que es más probable que el próximo virus zoonótico venga de un animal relativamente parecido a nosotros y no de un invertebrado cualquiera. La similitud de estos organismos hace que sus virus no necesiten cambiar demasiado para adaptarse a nosotros, lo cual significa que, con pocas mutaciones, pueden estar listos para infectarnos.
Esto restringe enormemente los posibles virus causantes de la futura pandemia, pero seguimos hablando de un número imposible de abarcar. En especial, si tenemos en cuenta que aquellos virus que nos infectan a nosotros también pueden mutar dando lugar a una nueva variante o cepa que nos coja desprevenidos. Es más, existe un último problema, y es que conocemos apenas una diminuta porción de la virosfera, por lo que es muy probable que el próximo causante esté ahí afuera y ni siquiera sepamos de su existencia. Para ponerlo en números, se estima que tan solo hemos catalogado el 0,001% de virus que existen ahora mismo, esto es, uno de cada mil.
Matar al mensajero
La simplicidad estructural de los virus y la poca información que almacenan en sus ácidos nucleicos han permitido que muten tan rápido que su diversidad se haya salido de todas las escalas. No obstante, para que estos lleguen a infectarnos, deberán de acceder a nosotros a través de otro animal, como hemos dicho, y aquí está el truco. La diversidad de especies animales (en especial, de vertebrados) es muchísimo menor y, por lo tanto, más manejable que
si abordamos la pregunta al nivel del propio patógeno. Estudiar al vector animal del que pueda venir el virus es mucho más realista y, para hacernos una idea, actuaría como una suerte de embudo, haciendo que esa infinidad de virus se vean obligados a agruparse en un conjunto mucho menor de posibles portadores.
Esto es lo que ha estado estudiando el equipo de Michelle Wille, Jemma L. Geoghegan y Edward Holmes. Sin embargo, su investigación no ha estado tan orientada a dar una respuesta exacta como a explicitar todas las limitaciones a las que habremos de enfrentarnos si queremos descubrir de qué animal provendrá la próxima pandemia zoonótica. Para ello han comparado el número de virus conocidos en distintos animales en 2020 frente a los que conocíamos en 2008. Junto a este dato, han cuantificado el porcentaje de estos nuevos virus que están asociados a enfermedades y cuántos de ellos tienen potencial zoonótico. Los grupos de animales elegidos son tres.
Por un lado, los peces, los cuales, como los mismos investigadores indican, no presentan casos de zoonosis conocidos, pero los han incluido debido a la gran cantidad de brotes virales acaecidos en el sector de la acuicultura durante los últimos años. Por otro lado, han seleccionado a las aves, puesto que son vectores virales bien conocidos y, finalmente, un grupo de mamíferos conocidos como musarañas y cuya virología conocemos muy poco a pesar de ser excelsos vectores de los hantavirus (entre otros). Asimismo, estos tres grupos se caracterizan por tener un contacto relativamente estrecho con los núcleos urbanos, ya sea a través de la alimentación o por proximidad.
En los tres grupos podemos distinguir un marcado crecimiento del número de virus. Ahora conocemos ocho veces más en peces de los que conocíamos en 2008, casi tres veces más en aves y prácticamente cuatro veces más en musarañas. Sin embargo, el porcentaje de virus capaces de producir enfermedades y zoonóticos ha bajado notablemente en aves y peces. En el caso de las musarañas no se ha visto un cambio significativo ni en el porcentaje de virus capaces de producir enfermedades ni zoonótivos. Posiblemente, esto se explique debido a que las investigaciones de estos últimos años se han centrado mayormente en los hantavirus.
Estos resultados revelan una serie de sesgos que impiden optimizar la búsqueda de ese potencial vector que traerá la próxima pandemia zoonótica. Antes de lanzarnos a especular, tal vez convendría seguir la línea propuesta por esta reciente investigación, tomar conciencia de las actuales limitaciones así como solventar esas lagunas tan acuciantes en investigación básica, pues son ellas las que esconden esas respuestas que estamos buscando.