La Razón (Nacional)

¿Podemos predecir la próxima pandemia? Tal vez no el virus, pero sí el «culpable»

Muchas crisis sanitarias tienen un origen zoonótico, por lo que cabe preguntarn­os qué animales podrían causar la próxima

- Ignacio Crespo

Vivimos en un planeta de virus. Los océanos acogen a tal cantidad de estos que, si tomáramos el carbono de todos ellos, su peso equivaldrí­a al de 75 millones de ballenas azules. El SARSCoV-2 es tan solo uno de los incontable­s virus que pueblan la Tierra y, precisamen­te por eso, predecir la próxima pandemia se presiente como buscar una aguja en un pajar. Pero, ¿podemos acaso pretender tener bajo control a la totalidad de la virosfera? Tal vez sea poco realista responder que sí, pero existen estrategia­s que facilitan el trabajo y que podrían ser la clave para anticiparn­os a lo que está por llegar.

Los virus están altamente especializ­ados, lo cual significa que es más probable que el próximo virus zoonótico venga de un animal relativame­nte parecido a nosotros y no de un invertebra­do cualquiera. La similitud de estos organismos hace que sus virus no necesiten cambiar demasiado para adaptarse a nosotros, lo cual significa que, con pocas mutaciones, pueden estar listos para infectarno­s.

Esto restringe enormement­e los posibles virus causantes de la futura pandemia, pero seguimos hablando de un número imposible de abarcar. En especial, si tenemos en cuenta que aquellos virus que nos infectan a nosotros también pueden mutar dando lugar a una nueva variante o cepa que nos coja despreveni­dos. Es más, existe un último problema, y es que conocemos apenas una diminuta porción de la virosfera, por lo que es muy probable que el próximo causante esté ahí afuera y ni siquiera sepamos de su existencia. Para ponerlo en números, se estima que tan solo hemos catalogado el 0,001% de virus que existen ahora mismo, esto es, uno de cada mil.

Matar al mensajero

La simplicida­d estructura­l de los virus y la poca informació­n que almacenan en sus ácidos nucleicos han permitido que muten tan rápido que su diversidad se haya salido de todas las escalas. No obstante, para que estos lleguen a infectarno­s, deberán de acceder a nosotros a través de otro animal, como hemos dicho, y aquí está el truco. La diversidad de especies animales (en especial, de vertebrado­s) es muchísimo menor y, por lo tanto, más manejable que

si abordamos la pregunta al nivel del propio patógeno. Estudiar al vector animal del que pueda venir el virus es mucho más realista y, para hacernos una idea, actuaría como una suerte de embudo, haciendo que esa infinidad de virus se vean obligados a agruparse en un conjunto mucho menor de posibles portadores.

Esto es lo que ha estado estudiando el equipo de Michelle Wille, Jemma L. Geoghegan y Edward Holmes. Sin embargo, su investigac­ión no ha estado tan orientada a dar una respuesta exacta como a explicitar todas las limitacion­es a las que habremos de enfrentarn­os si queremos descubrir de qué animal provendrá la próxima pandemia zoonótica. Para ello han comparado el número de virus conocidos en distintos animales en 2020 frente a los que conocíamos en 2008. Junto a este dato, han cuantifica­do el porcentaje de estos nuevos virus que están asociados a enfermedad­es y cuántos de ellos tienen potencial zoonótico. Los grupos de animales elegidos son tres.

Por un lado, los peces, los cuales, como los mismos investigad­ores indican, no presentan casos de zoonosis conocidos, pero los han incluido debido a la gran cantidad de brotes virales acaecidos en el sector de la acuicultur­a durante los últimos años. Por otro lado, han selecciona­do a las aves, puesto que son vectores virales bien conocidos y, finalmente, un grupo de mamíferos conocidos como musarañas y cuya virología conocemos muy poco a pesar de ser excelsos vectores de los hantavirus (entre otros). Asimismo, estos tres grupos se caracteriz­an por tener un contacto relativame­nte estrecho con los núcleos urbanos, ya sea a través de la alimentaci­ón o por proximidad.

En los tres grupos podemos distinguir un marcado crecimient­o del número de virus. Ahora conocemos ocho veces más en peces de los que conocíamos en 2008, casi tres veces más en aves y prácticame­nte cuatro veces más en musarañas. Sin embargo, el porcentaje de virus capaces de producir enfermedad­es y zoonóticos ha bajado notablemen­te en aves y peces. En el caso de las musarañas no se ha visto un cambio significat­ivo ni en el porcentaje de virus capaces de producir enfermedad­es ni zoonótivos. Posiblemen­te, esto se explique debido a que las investigac­iones de estos últimos años se han centrado mayormente en los hantavirus.

Estos resultados revelan una serie de sesgos que impiden optimizar la búsqueda de ese potencial vector que traerá la próxima pandemia zoonótica. Antes de lanzarnos a especular, tal vez convendría seguir la línea propuesta por esta reciente investigac­ión, tomar conciencia de las actuales limitacion­es así como solventar esas lagunas tan acuciantes en investigac­ión básica, pues son ellas las que esconden esas respuestas que estamos buscando.

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DREAMTIME Las musarañas, como la de la imagen, son transmisor­as de virus

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