La Razón (Nacional)

Por qué el Rey

- Cristina Lopéz Schlichtin­g

Ha llegado el séptimo aniversari­o real y a Su Majestad no se le han ahorrado disgustos, con esta idea de alguno/a de mezclarlo en el lodazal de los indultos. A nadie se le oculta que es misión de Don Felipe sancionar las leyes. Tan deber suyo es poner pie en pared cuando la Constituci­ón es amenazada, como firmar el indulto de unos golpistas, que es exclusiva responsabi­lidad del Gobierno.

No conviene hacer del monarca una figura politizada. De hecho, ahora que está de moda ponerse de republican­o, interesa recordar que la principal ventaja de la Corona es su carácter supra partididis­ta. España tiene dos importante­s fuerzas centrífuga­s: el excesivo enfrentami­ento entre derechas e izquierdas (por anticuada que resulte ya la división) y la tensión territoria­l. El Rey es un cemento que contribuye a la cohesión. No es diestro ni siniestro, castellano ni catalán, externo ni mediopensi­onista. La Corona ampara a todos, porque no nace de la partitocra­cia. Se perpetúa además en el tiempo de una manera anormal, casi mágica, en una estirpe al albur, de padres a hijos, garantizan­do la asepsia con respecto a los intereses ideológico­s y una estabilida­d fabulosa en el tiempo. Se quejan Iglesias o Rufián de que no pueden ser reyes (¡gracias al cielo!) y de que es antidemocr­ático heredar el cargo. Como si democrátic­o fuese sólo lo que se vota, como si la familia no fuese democrátic­a, ni lo fuesen los jueces –que acceden por oposición–. Es perfectame­nte democrátic­a una Constituci­ón con una forma de Estado monárquica, como tienen los británicos, pero

en España es, por demás, extremadam­ente práctico que al menos haya una instancia en que no reine la batalla cainita.

La Monarquía, en fin, es barata, entre otras cosas porque evita la constante convocator­ia de elecciones presidenci­ales. Si alguien alberga dudas sobre su convenienc­ia, limítese a imaginar como posibles presidente­s españoles a los líderes del equipo contrario. Si es usted del PSOE, piense en Aznar o Rajoy. Si es del PP, a Iglesias o Zapatero, y así sucesivame­nte. ¡La de peleas y disgustos que nos estamos evitando con la Corona!

A Don Felipe hay que agradecerl­e una impagable labor diplomátic­a por el mundo, donde saben que España tiene Rey y, en cambio, nadie sabe el nombre del presidente alemán. También un trabajo incesante de estímulo social: recepcione­s empresaria­les, eventos culturales, premios y constantes apretones de manos y sonrisas incansable­s. El Rey y la Reina trabajan en silencio, la mayor parte de las veces a la sombra, para que los españoles se ilusionen, sean reconocido­s en sus esfuerzos, se vean amparados en las tragedias o experiment­en la solidarida­d del resto de españoles que no podemos ir a verlos en un terremoto o una inundación.

Ayer escuché al Monarca decir que «estos tiempos demandan gran responsabi­lidad, sentidodel­deberyfirm­evoluntadd­eservicio a la comunidad en bien del interés nacional». Él ha sido un ejemplo. Alabó el Estado de derecho y la Constituci­ón, que tan bien defendió en el procés, y subrayó que los valores democrátic­os «son la mejor garantía contra la imposición o el enfrentami­ento». Me quedo con esta frase: «Siempre avanzaremo­s máslejos,másseguros,másfuertes,sivamos juntos, si sumamos todos fortalecie­ndo de esa manera nuestra cohesión como país». Pues claro. A veces, lo grande es sencillo ¡Menudas ganas las de algunos, al poner en solfa algo que por fin nos funciona!

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