La Razón (Nacional)

El Cluedo santanderi­no de María Oruña

Un crimen imposible mueve la cuarta entrega de la saga del «Puerto Escondido»

- POR JULIÁN HERRERO

Todos la llamamos Agatha Christie, quizá, «la Christie» o, para los que hablan de ella en confianza, solo Agatha. Pero para Oruña simplement­e es «la jefa». Ese espejo en el que mirarse. Es, sin duda, la autora de «Diez negritos» la inspiració­n directa de la escritora viguesa. «¿Es que pretende decirme, inspector, que este es uno de esos casos que encontramo­s en las novelas detectives­cas, en que un hombre es asesinado dentro de una habitación cerrada en la cual nadie ha podido entrar?», firmaba Christie en «Navidades trágicas» (1939). Y es ahora cuando Oruña recoge el guante de esta pregunta –y también desafiada por su propia hermana Madge, que le dijo que no sería capaz de levantar una trama similar– y se enfrenta al «reto»: «Me planteé la posibilida­d de escribir un misterio de habitación cerrada». Un género de principios del siglo XX que recurría a «soluciones que no me gustaban». Así que empezó a leer más y más hasta que dio con la fórmula que ella consideró «perfecta».

Los desenlaces en los que aparecían culebras, orangutane­s o abejas de los Poe, Leroux, Christie, Bruce Montgomery y Marion Harvey no la terminaban de convencer. Eran «demasiado rebuscados». Entonces, le surgió la duda de si podía elaborar algo a la altura: «¿Seré capaz?», se preguntó. «El mundo ha cambiado, por lo que no podía escribir como en los años 20, 30 o 40, cuando las descripcio­nes eran mucho más moderadas, pero la duda estaba en poder hacer algo que obedeciera a la razón y a la ciencia porque yo, cero fantasía», cuenta Oruña en plena bahía de Santander.

Una víctima acomodada

Fue este el origen de «Lo que la marea esconde» (Destino), la cuarta entrega de su saga del «Puerto Escondido» en la que regresa a esos textos en los que los muertos, como en el Orient Express, eran de clase acomodada. Aquí los protagonis­tas no viajan en tren, sino en goleta, y frecuentan el santanderi­no Palacio de la Magdalena y sus elitistas clubes de tenis y náutico. Es este elevado nivel social otro guiño más de Oruña a Christie y compañía. «El misterio del cuarto amarillo», de Gastón Leroux, le dio la pista de lo que quería: «Atendía a la razón». Además, «ya tenía la solución en la cabeza antes de empezar a escribir. Debía convertirm­e en una artesana como estos grandes escritores y hacer que todo encajase como las piezas de un reloj». «Solo» le quedaba montar el puzle anterior. Fue así como llegó a la cubierta de un barco en mitad del mar y repleto de distinguid­os personajes. La trama no tardará en explotar. En el capítulo uno, la señora Pombo hablará por primera y última vez. Un grito suyo desde el camarote hará arrancar toda la maquinaria literaria de Oruña para contar y resolver esta suerte de Cluedo. Un nuevo caso para la teniente de la Guardia Civil Valentina Redondo, que se enfrenta al «más enigmático de su trayectori­a» en el momento en el que su vida personal pasa por un importante bache. Está hundida. «Antes solo investigab­a y ahora está más involucrad­a en la trama. No es Sherlock Holmes ni Poirot, no es una máquina, pero como es tan obsesiva y persistent­e siempre encuentra lo que busca. Y sus problemas internos me sirven para abrir una vía en la que exploro hasta qué punto sus pensamient­os no van a arrasarla».

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CARLOS RUIZ En la trama de «Lo que la marea esconde» María Oruña ha vuelto a Santander

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