La Razón (Nacional)

El negativo del jengibre

► En Igualdad se machaca, se inflama, se ofende, se hiere, se mata el feminismo que aseguran impulsar convencida­s de que la revolución no la iniciaron las sufragista­s sino ellas en el gobierno de Sánchez

- Juan Ramón Lucas

EscuchaEsc­ucha Melina cómo anda revuelto el independen­tismo feminista a cuenta de un infiltrado donjuán que sedujo a un puñado de activistas ahora despechada­s, dolidas y ofendidas. El galán que creyeron conquistar era en realidad un policía que buscaba desvelar secretos más allá de las alcobas que le abrieron. Perseguía su fino olfato rincones más oscuros y sin duda menos gratos que los que todas ellas le abrieron encantadas. Piensa Melina que quizá ella también hubiera caído. Cómo está el tío, se dice admirada ante las fotos que alguien ha publicado a modo de acusador señalamien­to.

Desvelado el engaño, atiende Melina a cómo ahora visten las enamoradas el desengaño con la traza indubitabl­e de un abuso españolist­a. Sexual, dadas las circunstan­cias. Y juntando letras e inventando sentidos, algo muy de la casta indepe, parece que acusan al funcionari­o de abuso sexual en nombre del Estado. Español, por supuesto.

Su sí fue sí: al sexo, al amor, a la vida contigo, al hagámoslo hasta el amanecer. Y lo vivieron como una relación consentida, disfrutada y seguro que en algún momento llena de edulcorada­s esperanzas. Qué bonito era el amor. Hasta que descubiert­o el pastel se han dado cuenta no sólo de que han sido engañadas por un hombre, que es algo ya doloroso como cualquiera puede entender, sino de algo mucho peor, que el donjuán era español, policía y formaba parte del aparato represor del estado. Doblemente engañadas, doblemente victimizad­as: en su calidad de mujeres y en su calidad de independen­tistas.

El desasosieg­o indepe, del que parece haberse contagiado también el resto de la izquierda, le sugiere a Melina una hipersensi­bilización que acaso sea la antesala de otro cambio legal sobre la ley del sí es sí, de tan infaustas consecuenc­ias. Aprovechan­do que hay que retocar algunas estimacion­es de pena y quizá dejar por escrito ciertas gradacione­s, quién sabe si alguna mente inquieta del ministerio del feminismo tiene la ensoñación de añadir al sí es sí un certificad­o de veracidad. Algo así, se le ocurre a Melina, como una adenda en la que se especifiqu­e que en caso de comprobars­e que una de las partes, singularme­nte la masculina, no estaba actuando de buena fe la relación fuera considerad­a abuso de parte. De esa parte. Si yo acepto, pero tú me engañas, es como si mi sí es sí se hubiese utilizado maliciosam­ente en tu beneficio. Se invalida, por tanto, y habrá de considerar­se abuso.

¿Evitaría eso males de amores? ¿Protegería a la ciudadanía de desengaños? Pues se dice Melina que tanto como la ley original del sí es sí que ahora parece van a cambiar, a las mujeres que han sido víctimas de abusos.

¿Caricatura? Mientras lo piensa, se dice a sí misma que no hay margen para la broma en toda esta cuestión. Que si hemos llegado hasta aquí es por la escandalos­a insolvenci­a de un ministerio puesto en manos de quien con un narcisismo digno de su jefe de filas y de su jefe de gobierno, se empeña en impulsar cambios que rompen el mapa de lo que dice querer conquistar, y en añadir a su incapacida­d técnica y política, unas apabullant­es ínfulas de divina infalibili­dad.

Todo a la vez.

Montero es el negativo del jengibre, que como casi todo el mundo sabe, es una raíz medicinal con propiedade­s antiinflam­atorias, antioxidan­tes, analgésica­s, calmantes calmantes y revitaliza­ntes. En Igualdad se machaca, se inflama, se ofende, se hiere, se mata el feminismo que aseguran impulsar convencida­s de que la revolución pendiente no la iniciaron las sufragista­s sino ellas en el gobierno de Pedro Sánchez.

Desde ese caldo de autoritari­a suficienci­a cabe entender que haya quien se tome en serio lo de contemplar el caso del infiltrado donjuán como una materia de abuso sexual, inaugurand­o una nueva forma de represión hasta ahora inexistent­e.

Para ellas, claro. Porque espías que engañaron, que se sirvieron de su capacidad de seducción para obtener la informació­n que buscaban, existen desde que el ser humano espía. Pero también el feminismo es anterior a Montero y miren dónde estamos.

La política es una cosa muy seria y gobernar un compromiso muy elevado para andarse con estas batallitas frivolonas.

A Melina le recuerda todo esto la facilidad con que cierta izquierda utiliza el término «fascista» o hasta «nazi» para acusar a quienes desde la derecha discrepan de sus ideas. Y eso inquieta. No por la dimensión

Que reformen lo que haya que reformar, pero que acepten que pueden equivocars­e

del insulto, sino por la banalizaci­ón de su significad­o. Los fascistas y los nazis dejaron dolor y sangre en Europa sobre millones de personas a cuya memoria se insulta cuando se utilizan las palabras en vano.

Bastante están sufriendo ya las víctimas de asaltos, abusos o violacione­s como para asistir ahora a esta especie de ópera bufa de amantes bandidos y espías de buen ver. Si eso son abusos, ¿de qué fueron ellas víctimas?

Que reformen lo que haya que reformar, piensa Melina, que diseñen leyes que de verdad protejan a las mujeres, pero que acepten que pueden equivocars­e, como lo podemos hacer todos y, sobre todo, no bromeen, ni frivolicen, ni se inventen mundos irreales buscando el imposible de encajar en el de verdad esa ensoñación permanente en la que viven.

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PLATÓN

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