En las redes de la cancelación
Abel Quentin traba una gran novela sobre las contradicciones de la cultura woke a través de un militante de los años sesenta
► decirse que lo difícil no es escribir el primer libro. Lo difícil siempre es escribir el segundo. Pero a Abel Quentin, joven escritor y abogado penalista nacido en Lyon, Francia, en 1985, debido a premios que lo acompañan, no le resultó complicado escribir ninguno de los dos. Su primera novela, «Soeur», fue candidata al Goncourt y finalista del Goncourt des Lycéens. La segunda, «El visionario», no solo recibió el Prix de Flore y el Maison Rouge, sino que además fue seleccionada para los premios Goncourt, Femina y Renaudot. Un gran respaldo para la obra de un escritor al que, todo parece indicarlo, habrá que seguirle el rastro a partir de este moSuele mento. «El visionario», recién publicado en España por la editorial Libros del Asteroide, muestra la vida más o menos apacible y más o menos ociosa de Jean Roscoff, un viejo profesor de historia que después de treinta y cinco años impartiendo clases en la universidad y después de su divorcio con su esposa no sabe en qué ocupar el tiempo de ocio del que disfruta a partir de ese momento.
La nostalgia de una época, en la que él mismo creyó que era posible vencer al racismo al frente de una plataforma como SOS Racisme, lo devuelve al activismo, de algún modo, escribiendo una biografía reivindicativa: la de un desconocido poeta negro estadounilos dense que llegó a Francia en la década de 1950. La biografía, cuando es publicada, es leída sin pena ni gloria, hasta que un bloguero hace una lectura despiadada en la que le reclama haber evitado remarcar la identidad negra del poeta, con lo cual, además, lo está acusando de racista.
Una acusación absurda
El efecto dominó no se hace esperar y Jean, que tanto luchó contra el racismo, se ve envuelto de pleno en una acusación que resulta absurda desde el principio, injusta, pero, sobre todo, feroz, de la que le resultará muy difícil escapar indemne. Abel Quentin, sin embargo, lejos de hacer una crítica ácida
o despiada o, mucho peor, de mostrar una imagen idealizada de una época concluida, ofrece un retrato portentoso y ácido del choque generacional que existe entre un hombre como Jean Roscoff que, al final de su vida, en una cultura de la cancelación, no es más que un antihéroe. Alguien que debe enfrentarse a un tiempo del que, es cierto, entiende realmente poco, especialmente en la manera de comprender de qué se habla hoy en día cuando se está hablando de humanismo y de humanidad. «El visionario», en ese sentido, es una novela que esconde, detrás del claro tono humorístico y satírico que impregna la narración desde el principio, un análisis preciso no únicamente sobre nuestro tiempo, sino de un tiempo que, en su vertiginoso cambio, lleva a los conflictos, a los inevitables conflictos que se transmiten de una generación a otra.