#quieroyduelo
EstaEsta misma noche se celebra la final del Benidorm Fest y ahí sabremos quién nos va a representar en Eurovisión. La verdad es que, desde hace unos años, esto se ha montado estupendamente bien. Es un espectáculo completo que indica que podemos organizar maravillosamente un festival europeo. Sólo nos falta ganar. Y yo creo que tenemos un muy buen nivel. Yo comprendo que las apuestas fundamentales van por las canciones poperas, pegadizas, con coreografía, puesta en escena potente y alguien que cante bien. Todo eso junto no es fácil y se lleva consiguiendo tiempo.
Yo ya me voy a posicionar y seguro que no doy una noticia: voy con Karmento. Voy con ella porque sé que, todo esto que hace, lo hace de frente. Es su propuesta, sin consejitos de marketing, sin trilerismo, sin artificios. Carmen es así, tal y como la ven. Saladísima, muy de los suyos, muy de lo que vio, de lo que aprendió y de la música que siente, vive y que cantaba con su abuela. Muy de Bogarra, de esos pueblos de sierra que abundan en nuestras provincias, de esos pueblos que, si no vas a algo, no vas a conocer en tu vida. Muy de sentarse al fresco en la puerta de su casa y cantar. Por eso le ha gustado a tanta gente, y por eso el jueves hubo abucheos para el jurado, más pendiente de si lo producido debe quedar por encima de la raíz, de lo auténtico. Lo dijo la propia Karmento ayer: «Mucha gente se me acerca a decirme que le gusto, pero que no es su rollo. Pues a lo mejor, resulta que sí es tu rollo». Y por eso, precisamente, la salvó el voto popular, el voto de la España vaciada, que percibe una verdad. La que reside en una mujer que se lo ha currado mucho sin faltar a sus esencias, que sigue un caminito recto, que vence curvas, baches, y que continúa en la misma carretera comarcal, rodeada de viñas, de amapolas, de trigales, de campos de mies. Y algún que otro perrillo. De esos que acostumbran a caminar sin collar y a volver cuando quieren. Bravo, Karmento.