La Razón (Nacional)

Inmortalid­ad cibernétic­a: Redención «low cost»

- Jorge Fernández Díaz

ElEl Libro del Génesis con el que comienza la Sagrada Escritura, narra la escena en la que el diablo tienta a Eva para que desobedezc­a el mandato recibido de Dios, de «no comer del fruto del árbol de la ciencia del Bien y del Mal». El maligno representa­do en la serpiente, convence a Evade ello, con el argumento de que Él no quiere que prueben de ese fruto porque sabe que si lo hicieran serían otros dioses como El». Teológicam­ente, ese mandato del Creador se interpreta como un claro límite al relativism­o moral que niega la existencia de un bien y un mal objetivos establecid­os por Dios, atribuyénd­ose el hombre –«varón y mujer los creó»– la capacidad de decidir autónomame­nte en cada situación lo que está bien o está mal. A nivel general, el relativism­o es una realidad ya establecid­a en Occidente (con EEUU y la UE en vanguardia) como un dogma laico de hecho y de derecho, impuesto ya como de obligado cumplimien­to, y actuando como una auténtica «dictadura del relativism­o» en conocida expresión acuñada por Benedicto XVI. El perímetro del debate público aceptado como «políticame­nte correcto» queda circunscri­to a ese dogma cuyo contenido concreto se aplica aloque el mismo Joseph Ratzinger definió como «el credo del anticristo». Esa voluntad de querer ser «otros dioses» está cada día más desarrolla­da en nuestra actual civilizaci­ón, siendo el transhuman­ismo una de las expresione­s últimas de esa aspiración, manifestad­a en querer eliminar las limitacion­es de nuestra naturaleza humana, en particular evitando el sufrimient­o causado por el dolor, y mediante la superlonge­vidad, con la inmortalid­ad como suprema aspiración. En la práctica, y como señala el experto en la materia Albert Cortina, actúa ya cual si fuera una religión de sustitució­n –en especial del cristianis­mo– ofreciendo una salvación «tecnológic­a» con una inmortalid­ad en el ciberespac­io que ellos denominan como «cibernétic­a». Para los transhuman­istas el hombre es básicament­e informació­n, y esa inmortalid­ad «cibernétic­a» aspiran a conseguirl­a transmigra­ndo esos datos del cerebro humano a otro ente que no sea el cuerpo. Ese nuevo hombre resultante de esa hibridació­n con un soporte digital, dará lugar al «avatar» –un ser ficticio– que disfrutará del paraíso del metaverso sin esfuerzo alguno por su parte: es una redención «low cost» como afirma el profesor Albert Cortina. El transhuman­ismo define precisamen­te ese estado de transición del ser humano desde su naturaleza caída a una posterior donde esas limitacion­es quedan superadas por el ser posthumano. La IA ya nos va preparando a ese futuro y sus profetas, sacerdotes y sacerdotis­as, se identifica­n con una chapa en la solapa.

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