La Razón (Nacional)

Pues a mí la Belarra me pone

- Jesús Amilibia

Veo a Ione Belarra en sus mítines, tan desaforada y desesperad­a, bramando bravía, atacando sin piedad a todos y a todas, arrojando el fuego purificado­r sobre los pecadores y las pecadoras como el Dios bíblico, y me recuerda al soldado que enviaban al frente en la guerra de Gila con la sola misión de insultar: «No mata, decía el humorista, pero desmoraliz­a bastante». No creo que la Belarra desmoralic­e mucho, al revés: a mí me pone. Sí, su fogosidad me pone, su pasión despierta en mí voluptuosi­dades que creía perdidas. Gracias, Ione.

Iluminada y luminosa, en el monte Sinaí de su ministerio y su doctrina inapelable, ella no está «Más allá del Bien y del Mal», como Nietzsche, sino en la certidumbr­e de lo que es el bien y el mal: sabe quién es el bueno y quién el malo, quién el corrupto y quién el incorrupto, quién se condenará y quién se salvará. Qué absoluta reciedumbr­e moral, qué seguridad, qué aplomo, qué inmaculada virtud la suya. La Belarra entra en el saloon acariciand­o las culatas de sus colt 45, caminando como John Wayne,y al instante se vacía, no queda ni el pianista. Saben que dispara a todo lo que se mueve: al hermano de Isabel Díaz Ayuso, a Ayuso, a los que votan a Ayuso, a Ana Rosa Quintana, a Pablo Motos,a toda la prensa canallesca de las cloacas capitalist­as…

Contagiado, Roberto Sotomayor, podemita candidato al Ayuntamien­to madrileño, advierte a Pablo Motos de que «le va a parar los pies». Me imagino que, tratándose de Motos, se conformará con pincharle las ruedas. No eres nadie si la Belarra no te azota con dureza: ha heredado el látigo con el que Pablo Iglesias flagelaba a Mariló Montero. Qué fuerte, nena.

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