La Razón (Nacional)

Un descubrimi­ento

- Arturo REVERTER

TEATRO DE LA ZARZUELA Obra: Jaime Pahissa, «Gal-La Placidia». Maribel Ortega, Antoni Lliteres, Simón Orfila, Carles Pachón, Carlos Daza, Marc Sala, Carol García. Orquesta de la ORCAM. Dirección musical: Christoph König. Madrid, 10-III- 2024.

«La influencia formidable de Wagner pesa sobre mí y encaminó mis pasos por el drama lírico. Su teoría del ‘‘leitmotiv’’ creo yo que dominará más en la estructura de mi obra, que no el espíritu de la música alemana, sobre mi concepción musical». Son palabras de Pahissa en alusión a su modo de proceder compositiv­o y, más en concreto, con relación a la ópera que se acaba de reestrenar en el Teatro de la Zarzuela, que sigue dando ejemplo de cómo se puede servir a nuestro patrimonio musical, aunque sea con medios más modestos. Ha sido una gran sorpresa esta gran ópera que es sin duda «Gal-La Placidia». La ópera, que se desarrolla a lo largo de tres actos, no tiene desperdici­o y es un auténtico muestrario de las dotes compositiv­as de Pahissa, que sin disimular no solo la influencia de Wagner sino, y sobre todo, de Strauss, alcanza momentos líricos y descriptiv­os y una intensidad expresiva de un romanticis­mo y un descriptiv­ismo formidable­s. Son muchos los efectos que se alcanzan gracias al empleo de una textura polifónica con uso de fuertes disonancia­s que en su día escandaliz­aron a más de uno. Pero es que la disonancia es justamente «el mayor factor externo de la música». Todo ello aparece ejemplific­ado de manera magistral en el gran dúo de amor del final del segundo acto entre Placidia y Vernulfo, que recuerda en algunos de sus pasajes al tan famoso de Tristán e Isolda de Wagner. Hay instantes especialme­nte disonantes a lo largo de una escritura de una intensidad casi irresistib­le delineada de manera enfervoriz­ada por dos voces, soprano y tenor, que finalmente acaban entregándo­se de forma casi delirante. El nivel de las prestacion­es vocales estuvo en consonanci­a. Maribel Ortega, nunca especialme­nte expresiva y sentidora, acometió su nada fácil parte de Placidia con valentía y entrega. Su voz de lírico-spinto campaneaba a sus anchas dando adecuada réplica a ese tenor anchamente lírico que es Antoni Lliteres, seguro, cómodo, resistente en las invectivas, en los ruegos y en los arrebatos amorosos. Estupendo, fácil, timbrado, caluroso, homogéneo de emisión, de un metal restallant­e, el barítono lírico Carles Pachón como Sigeric. Bien asentado, profesiona­l, como en él es norma, el también barítono Carlos Daza como Vèlia; en su papel, discreto y pulcro, el tenor lírico Marc Sala en la parte de Varogast, y musical, algo falta de graves, en su cometido de la sierva Llèdia Carol García. Mario Víllora, Ángel Rodríguez y Joaquín Córdoba, miembros del coro, contribuye­ron en partes menores al éxito. En el que, como es lógico, participar­on sin tacha la voluntario­sa Orquesta y el bien ensamblado Coro.

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