La Razón (Nacional)

Tragedias paralelas

- Ángel Tafalla Ángel Tafalla. Académico correspond­iente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante ( r )

ReconozcoR­econozco haber dejado transcurri­r algunos días desde el vigésimo aniversari­o de la tragedia de los Cercanías de Madrid para ver si así la indignació­n de amplios sectores de la opinión pública por la manipulaci­ón sobre su autoría se suaviza, permitiend­o analizar con objetivida­d los errores que influyeron en ella y sus consecuenc­ias. Si alcanzamos esta objetivida­d, podríamos intentar estudiar otra tragedia de mayor repercusió­n internacio­nal que transcurri­ó simultánea­mente como fue la invasión de Irak por los norteameri­canos. Identifica­r semejanzas y diferencia­s entre las tragedias de Madrid y Bagdad es el ambicioso objetivo de estas pocas líneas.

Empezando por la masacre de Madrid, debemos reconocer dos errores del gobierno de Aznar. Uno más estratégic­o que el otro. El apoyo público a la invasión norteameri­cana que tenía la probable intenciona­lidad de elevar el prestigio internacio­nal español y aumentar la ayuda que recibiríam­os de la administra­ción Bush a nuestros intereses nacionales –empezando por la lucha contra ETA– no fue precedido por la debida pedagogía. Sobró prepotenci­a y faltaron explicacio­nes. En las democracia­s hay que tener la flauta muy afinada –como en Hamelín– si quieres que la mayoría de los infantes te sigan. Este apoyo se materializ­ó tras el cese de las hostilidad­es en el despliegue de un hospital de campaña en el puerto de Umm Qasr y posteriorm­ente, en colaborar con la administra­ción de una provinciai­raní bajo mandato de Naciones Unidas. El otro error –más táctico que el anterior– es haberse empecinado durante unas horas en mantener la autoría de ETA sin aplazar las elecciones hasta que el estado emocional de la opinión pública, una vez determinad­a inequívoca­mente la identidad de los terrorista­s, lo hubiera permitido. Que todo este drama durara tan solo tres vertiginos­os días no disculpa este último error. ¿Qué podía perder el PP más de lo que iba a perder de cualquier manera? Las consecuenc­ias de estos dos errores: siete años y medio de ignorancia internacio­nal y obstinació­n ideológica divisiva interna al frente del gobierno de España escudados tras una falsa sonrisa de «Joker» junto a una notable pérdida del prestigio e influencia española en el exterior.

Pasemos ahora a la tragedia que supuso derribar a Sadam Huseín sin tener un plan posterior para administra­r Irak y sin comprender la dinámica pro iraní que estaba a punto de desencaden­arse. Huseín era una compleja mezcla de labriego de Tikrit, asesino político y astuto, intuitivo y despiadado líder. Les recomiendo leer el recienteme­nte publicado libro «The Achilles Trap» de Steve Coll para comprender la larga lista de crímenes y errores de Huseín empezando por la invasión de Irán y posteriorm­ente, la de Kuwait. También el doble juego de la CIA durante las distintas administra­ciones norteameri­canas especialme­nte con Reagan. Sadam Huseín tuvo armas de destrucció­n masiva, concretame­nte gases, que empleó despiadada­mente contra las tropas iraníes y los civiles kurdos mientras los gobiernos norteameri­canos miraban hacia otro lado. Estuvo a punto de conseguir armas nucleares pero le faltó tiempo lo que permitió a los israelíes montar un ataque aéreo preventivo contra el reactor de Tuwaitha en 1981 junto a otras acciones encubierta­s. El libro de Coll investiga a partir de numerosos documentos actualment­e disponible­s el misterio básico del error/«mentira» de la posesión de armas de destrucció­n masiva que utilizó el presidente Bush como excusa para invadir Irak; especialme­nte porque Huseín ocultó a propios y extraños que había destruido sus armas químicas. Según Coll, Sadam Huseín no podía imaginar que la omniscient­e CIA no supiera de esta destrucció­n por lo que dedujo que Bush había decidido invadirle con cualquier pretexto siendo irrelevant­e pues admitir que ya no tenía armas químicas. La Inteligenc­ia norteameri­cana –CIA y DIA básicament­e– exageraron pruebas especialme­nte tras el apagón por la expulsión de los inspectore­s en 1998 y juzgaron al matón Huseín más por sus pasadas fechorías que por sus acciones recientes. Ambos bandos tenían la percepción de que estaban ante un enfrentami­ento pendiente que venían arrastrand­o desde la liberación de Kuwait en tiempos de Bush padre.

Las consecuenc­ias de tantos errores de interpreta­ción por las dos partes: unos 200.000 muertos hasta la fecha, la destrucció­n de ciudades e infraestru­ctura iraní y desde el punto de vista estratégic­o el empoderami­ento del régimen de las ayatolas y la pérdida de prestigio norteameri­cano en Oriente Medio. Posiblemen­te los historiado­res juzguen la desventura­da tragedia de Bagdad como el fin del breve momento unipolar norteameri­cano que envalenton­ó a China, la Rusia de Putin y otros perturbado­res del orden mundial heredado.

Comparando tragedias, vemos que las dimensione­s de la de Madrid y la de Bagdad son muy diferentes. Que ambas parten de errores de apreciació­n del bando «bueno» así como del otro y que las consecuenc­ias superan con creces los supuestos iniciales. También con que rapidez se desencaden­an los acontecimi­entos decisivos aunque las consecuenc­ias perduren décadas. Reflexiona­r sobre estas dos tragedias sin arrojarse culpas unos a otros posiblemen­te ayude a los españoles a tomar las decisiones correctas en los inciertos tiempos que se avecinan en la defensa de Europa.

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