La Razón (Nacional)

Miércoles Santo papal «en plena forma»

► Francisco presume de naturalida­d en la catequesis previa al Triduo Pascual

- J. Beltrán.

Como si le hubieran llegado a los oídos los rumores que hablaban de una «precaria» salud cuando optó por no pronunciar la homilía del Domingo de Ramos y guardar silencio, Francisco irrumpió ayer en el Aula Pablo VI con especial ímpetu para participar en la habitual catequesis de los miércoles. El acto, que inicialmen­te se iba a celebrar en la Plaza de San Pedro, se trasladó al auditorio por la tormenta que descargaba en Roma. Para tumbar cualquier especulaci­ón, el pontífice argentino no solo prescindió de la silla de ruedas para entrar al recinto, sino que permaneció más tiempo de lo habitual de pie. Además, mostró una contundent­e voz al pronunciar el discurso previsto, se salió del guion en algunos instantes como suele ser habitual cuando se encuentra especialme­nte relajado y se mostró cómplice con los peregrinos de habla hispana cuando se dirigió a ellos.

«Queridos hermanos y hermanas», comenzó su intervenci­ón entre aplausos. «Hoy la audiencia estaba prevista en la Plaza, aunque a causa de la lluvia se ha trasladado aquí adentro, por eso están un poco apretados, gracias por su paciencia», señaló con espontanei­dad un expresivo y sonriente Francisco. Tras este saludo inicial, el Obispo de Roma profundizó en el sentido de la muerte de Cristo.

Para el Papa, la paciencia de Jesús de Nazaret ante «los insultos, los salivazos y la flagelació­n a manos de los soldados» que padece, «no consiste en una resistenci­a estoica al sufrimient­o, sino que es fruto de un amor más grande». Al Igual que Dios está «dispuesto cada vez a recomenzar con infinita paciencia», Francisco aseveró que «no hay mejor testimonio del amor de Cristo que encontrars­e con un cristiano paciente».

En un nuevo llamamient­o a la paz en Gaza, el Papa compartió que «hoy aquí, en esta audiencia, hay dos personas, dos padres: uno israelí y uno árabe». Visiblemen­te emocionado, explicó que «ambos han perdido a sus hijas en esta guerra y ambos son amigos, no miran la enemistad de la guerra, sino la amistad de dos hombres que se quieren y que han pasado por la misma crucifixió­n». «Pensemos en este testimonio tan hermoso de estas dos personas que sufrieron en sus hijas la guerra en Tierra Santa. ¡Queridos hermanos, gracias por su testimonio!», remató Francisco.

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AP El Papa Francisco, ayer, durante la catequesis celebrada en el Aula Pablo VI

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