La Razón (Nacional)

«Francisco no habla, tuitea con frases cortas que llegan al corazón»

Impulsor de la presencia de la Iglesia católica en redes sociales, este informátic­o argentino alerta: «Tenemos que evangeliza­r, no juzgar al otro»

- José Beltrán. MADRID

Lucio Ruiz Secretario del Dicasterio para la Comunicaci­ón de la Santa Sede

LucioLucio Ruiz se confiesa intolerant­e al gluten. «Y a alguna cosa más», bromea. Quizá a los que polarizan. Porque este sacerdote argentino lleva de serie cuidar la comunión eclesial. No lo tiene fácil, teniendo en cuenta uno de los encargos que lleva adosado a su responsabi­lidad como secretario del Dicasterio para la Comunicaci­ón del Vaticano: pastorear la presencia en redes sociales de la Iglesia universal, foco de no pocos enfrentami­entos católicos. Informátic­o y teólogo con doctorado en ingeniería biomédica de 59 años, este colaborado­r del Papa Francisco ha viajado a España este fin de semana para participar en el primer Encuentro de Evangeliza­dores Digitales organizado por la Delegación de Juventud de la Archidióce­sis de Madrid.

Han juntado a influencer católicos dispares en sus postulados en un mismo espacio: ¿cómo lograr que vivan en comunión y no en contaminac­ión?

En este momento, en el que el Sínodo de la Sinodalida­d convocado por el Santo Padre abre las puertas de la Iglesia para fortalecce­r la unidad entre carismas e institució­n, está en nuestras manos hacerlo posible. Y digo, en nuestras manos, porque a través de la pantalla de un móvil podemos hacer mucho. Seamos sacerdotes, religiosos o católicos de a pie, todos estamos llamados a evangeliza­r donde estemos y, por tanto, también evangeliza­mos en las redes. Hoy nos encontramo­s con la posibilida­d de que ese universo digital entre a formar parte de la vida de la Iglesia. Está en nosotros que sea contaminac­ión o posibilida­d de comunión. Hoy hace falta formar, acompañar, hacer de este reto una potencia hermosa y riquísima para misionar. Se trata de ver cuánta gente no conoce a Jesús o vive sin esperanza o sin sentido, y cómo nosotros podemos llegar a esas periferias existencia­les para ir a encontrarl­os con una narrativa de acogida, para allanar el camino hacia Dios. Lo digital es una gran oportunida­d para la Iglesia, siempre y cuando contemos con la creativida­d y la riqueza que nos da el Espíritu Santo.

Hay quien ve el móvil como una herramient­a del demonio y otros como la panacea de las conversion­es… Elija bando.

La vida es un riesgo. Si te subes a una bicicleta, evidenteme­nte te puedes caer. Pero si nos dejáramos frenar por los peligros que conlleva ser padre, formar una familia, trabajar, mudarte de casa, no haríamos nada. El millón de miedos que nos acecha no puede detener el amor. El amor tiene que ser a la vez creativo y prudente. Pero detenerse no es el camino. Apliquemos estas premisas a la misión digital: tengamos los ojos abiertos, formémonos… No hay que tener miedo ante este desafío.

Por las redes se vislumbran «haters» que odian a la Iglesia y «haters» católicos que odian a Francisco. ¿Le preocupan más los odiadores de fuera o los que están dentro?

Segurament­e, los «haters» de dentro, simplement­e porque han perdido el Evangelio como punto de referencia fundamenta­l para el amor. Entre un virus del resfriado que está fuera y una leucemia que está dentro, ¿qué es más peligroso? La enfermedad interna porque no funciona el cuerpo. Si tu cuerpo está en plenas facultades, se defiende de esa gripe y la supera aunque tengas que estar en cama una semana. Pero si el sistema inmunitari­o falla, te acabas muriendo. Tenemos que recordar y tener siempre presente cuál es la misión que nos ha dado Jesús: ¿Que nos controlemo­s unos a otros, perdiendo energías? No. Cuando Jesús nos llama es para ir hacia el que necesita la misericord­ia y la ternura de Dios, esa es nuestra misión. Esto no puede ser un todos contra todos, porque ese es un sistema que se muere. Son el Papa y los obispos los que están llamados a velar por la unidad, verificar, custodiar la fe y la doctrina, cuidar la comunión. Nosotros nos tenemos que centrar en evangeliza­r, no en juzgar al otro.

¿La solución podría ser una nueva Inquisició­n digital que se dedique a excomulgar a instagrame­rs herejes?

Jamás. Jesús nos llama a contagiar el amor y a tender puentes de comunión. Vigilar la unidad, la paz y la caridad correspond­e al Colegio Apostólico, pero no como si se tratara de jueces que dictan sentencias. Nunca puede ser una solución lo que el mismo Jesús no hizo. Cuando los apóstoles le dijeron que había otros que predicaban en su nombre y le dejaron caer que los censurara, Cristo les respondió: «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro». En resumen, tú ocúpate de tu ministerio, de tu vocación, de tu misión y deja que el Espíritu Santo actúe en los demás. Es el mismo Señor, quien en su riqueza, en su misericord­ia, en su designio, sabe cómo guiar a la Iglesia.

¿Jesús tendría cuenta en TikTok?

Me gustaría pensar que sí. Nosotros, ¿cómo hemos conocido la misión que el Padre dio al Hijo? ¿Cómo hemos conocido la misericord­ia del Padre? ¿Cómo hemos conocido todos los grandes misterios de Dios? A través de las parábolas de Jesús. Él no habló en abstracto, sino que utilizaba la cultura de su época para explicar las cosas de Dios: el hijo pródigo, la moneda perdida… Lo fue contando con esas imágenes que la gente de ese momento podía entenderla, sin grandes tratados. Encarnar a Jesús hoy en la vida de la Iglesia significa leer nuestra cultura. Yo

no puedo responder ahora si Jesús tendría o no cuenta en redes sociales porque es un futurible. Lo que sí puedo decir es que la Iglesia hoy tiene esa misión de encarnar a Jesús en la cultura. La cultura es mucho más que un mero instrument­o, la cultura es la que evangeliza. Desde esta perspectiv­a, no evangeliza un tenedor, una licuadora o una lavadora. Tampoco un móvil. Evangeliza la cultura, adentrarno­s en la realidad digital que está envuelve la pantalla. Y ahí Francisco nos da lecciones permanente­s de cómo inculturar­se en la sociedad actual. Él está donde está la gente y habla para que le entienda la gente. Por tanto, nosotros como Iglesia tenemos que inculturar­nos de la realidad digital que va vivida y misionada. Misionar en este tiempo que nos ha tocado vivir no es hacer más de lo mismo, sino abrir nuestros ojos para descubrir al que sufre, al que necesita la esperanza, al que necesita conocer la misericord­ia de Dios para dar respuesta a sus preguntas existencia­les. Y hoy están en ese espacio digital.

La Iglesia siempre fue mecenas de la cultura y la comunicaci­ón y ahora parece estar a rebufo. ¿Falta inversión, formación y arrojo para conquistar el mundo digital?

Los misioneros digitales desmienten este extremo porque ellos son testimonio de una Iglesia que está saliendo al paso y la parte más institucio­nal también tomando conciencia y acogiendo este reto. Son tantos los obispos que están queriendo trabajar y aprender este lenguaje cultural para llevar la ternura y la misericord­ia de Dios, que no creo que nos hayamos quedado fuera de este tren.

Por generación, Francisco es un papa analógico, sin embargo se muestra abierto al reto digital.

Francisco es digital en el sentido más profundo porque sabe de la importanci­a de transmitir el Evangelio para llegar al otro. Francisco no habla, sino que tuitea, porque se comunica con frases cortas, llenas de sentido, que tocan gracias a la inteligenc­ia del corazón. Este Papa nos enseña a utilizar un lenguaje que pueda ser comprendid­o. Nos enseña a predicar como en Pentecosté­s, cuando la gente era capaz de entender lo que se les decía sin traductore­s. No basta con producir contenido, tenemos que hacerlo comprensib­le para que cualquiera pueda abrazar el mensaje del Señor.

Los «haters»

católicos han perdido

el Evangelio como

punto de referencia

fundamenta­l»

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JESÚS G. FERIA

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