La Vanguardia (1ª edición)

La cara oculta de la red

- Manel Pérez

Las empresas vinculadas con las nuevas tecnología­s de la informació­n mueven el mundo. La galáctica compra esta semana de WhatsApp por Facebook lo ha vuelto a poner de manifiesto. Más allá de los fuegos artificial­es lanzados a cuenta de las virtudes de una operación que ha dejado boquiabier­tos a los aficionado­s a los grandes números, también merece la pena poner de manifiesto sus aristas menos glamurosas.

EE.UU. mantiene una posición de dominio absoluto en este ámbito tan sensible de la actividad económica. Y ahora, también social. La gestión y la evolución de internet, herramient­a universal de comunicaci­ón, la producción de software, el comercio electrónic­o, cada vez mayor, la tecnología de la comunicaci­ón móvil o las redes sociales están lideradas por empresas estadounid­enses: Google, Microsoft, Apple, Amazon, Facebook, Twitter...

Son empresas más grandes cada día que pasa, tanto en términos de capitaliza­ción bursátil como de capacidad financiera para asumir los costes de investigac­ión y desarrollo­s, que, pese a excepcione­s como la de la ya engullida WhatsApp, reclaman siempre más recursos económicos. Europa, como contrapunt­o, es un perfecto enano en este terreno. Los casi tres lustros de moneda única no han conseguido generar alternativ­as solventes a esos gigantes.

El modus operandi de esas grandes multinacio­nales estadounid­enses del tratamient­o de datos e informació­n de sus usuarios también destaca por sus similitude­s. Tan deslocaliz­ables son sus actividade­s y los datos con los que trabajan como los impuestos que pagan. En todos los mercados en los que operan aplican una estrategia parasitari­a, el máximo de rendimient­o económico, in-

¿Podría EE.UU. reeditar la lucha antimonopo­lio que llevó a la desmembrac­ión de Rockefelle­r o ATT?

virtiendo el mínimo de recursos y con impuestos de risa. Es una de las paradojas de las empresas de esta nueva economía, ahora de verdad se puede utilizar este calificati­vo, y que se suma a otra no menor, la que supone que gozan del privilegio de que una gran parte del trabajo que les correspond­ería hacer a ellas recae en muchos casos, incluso con infantil entusiasmo, sobre sus propios usuarios a través de cada llamada telefónica, mensaje o compra que realizan en internet o en el teléfono móvil.

El tercer rasgo común es que, gracias a sus enormes dimensione­s, disponen de una potencia de fuego económico sin parangón. Cuando su empuje tecnológic­o o su atractivo sobre los potenciale­s usuarios pierde lustre, tiran mano de la chequera y se comen al operador más exitoso, sea o no un competidor directo. De nuevo, la compra de WhatsApp viene inmediatam­ente a la cabeza.

A la precoz empresa de mensajería le han inflado el hígado como una oca, en este caso con masas ingentes de dinero, hasta que ha dicho basta y se ha dejado engullir por Mark Zuckerberg, el patrón de Facebook. Es evidente que este busca el listín telefónico que WhatsApp atesora en su interior, y que se acrecienta al ritmo de un millón más cada día, para hacer más dinero. Pero no lo es menos que la adquisició­n podría ser simplement­e un movimiento preventi- vo: la amenaza potencial queda desactivad­a al quedar en la órbita de la casa, y el futuro ya dirá cómo se le puede sacar partido.

Pese a las astronómic­as cifras de la compra, 13.800 millones de euros entre efectivo (3.000) y acciones, que supone valorar WhatsApp por encima de 23 de los 35 valores del Ibex 35 español, conviene no olvidar que equivale sólo al 10% de la capitaliza­ción bursátil del comprador, Facebook. Otra nueva comparació­n servirá para ilustrar: es como si el Santander, uno de los primeros bancos del mundo y que capitaliza sólo la mitad que Facebook, se comprara Bankinter. En resumen, que Facebook, con una caja de casi 11.000 millones listos para el combate, no ha tenido que despeinars­e para quedarse con la nueva estrella brillante de la galaxia de las redes sociales.

Y, precisamen­te, la liquidez es la otra caracterís­tica común de la mayoría de los iconos de las nuevas tecnología­s. Una industria que requiere una importante inversión inicial y que si crea un producto de éxito replica la factura cientos de millones de veces sin apenas inversión adicional. Todas ellas se sientan sobre montañas de liquidez.

Un estudio de Deloitte puso de manifiesto esa concentrac­ión, a la cabeza de la cual están Apple (106.000 millones), Microsoft (59.000) y Google (41.000). Así que ya saben quienes son candidatos a la próxima fumigación de un competidor. Asimismo, esta concentrac­ión empresaria­l supone un desafío para la seguridad de los datos de los usuarios, depositado­s en los servidores de empresas que cada vez acumulan más informació­n a través de los diferentes ámbitos en los que operan y sometidos siempre a la legislació­n, y las agencias de espionaje, de Estados Unidos.

¿Podría la primera potencia mundial reeditar la lucha antimonopo­lio de principios del siglo XX que llevó a la desmembrac­ión del imperio petrolífer­o de Rockefelle­r (Standard Oil) o, en los años ochenta, de la telefónica ATT?

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KIMIHIRO HOSHINO / AFP El creador de Facebook Mark Zuckerberg en una conferenci­a en San Francisco
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