Dennis Hollingsworth renueva el repertorio del abstracto
Angus Collis expone paisajes que tienden a lo indefinido
La obra de Dennis Hollingsworth (1956) es excelente y claro ejemplo de pintura propia del siglo XXI, diferente de la pintura anterior, de la cual es una consecuencia. Es abstracta y a la vez muy física y concreta. Ciertos aspectos de ella permitirían definirla como materialista, o también estructuralista, pues posee una subrayada sintaxis plástica, donde se despliegan y relacionan un determinado repertorio de elementos formales y materiales y de procedimientos técnicos. Pero al mismo tiempo es una pintura que no se conforma con desplegar ejercicios de estilo de carácter estructuralista y sabe evocar y sugerir experiencias vitales y existenciales. Por ello, y por su carácter experimental, de aventura plástica que combina la claridad conceptual y los regalos inesperados del azar, es una obra capaz de transmitir sensaciones con intensidad.
La pintura de Hollingsworth tiene, por supuesto, antecedentes en el arte contemporáneo, especialmente en el expresionismo abstracto americano y europeo, en algunas obras de Lucio Fonta- na, por ejemplo. Pero posee un estilo propio, compuesto por elementos expresivos claramente reconocibles. Immanence es su quinta exposición individual en la galería Miguel Marcos y confirma que este pintor estadounidense –y con vinculaciones euro- peas: veranea en Catalunya y nació, casi por azar, en la provincia de Madrid–, sabe evolucionar con algunas variaciones, pero sin perder los elementos que componen sus raros paisajes de pintura.
Estos elementos son, principalmente, las masas de óleo plasma- das sobre el lienzo y luego esculpidas como un relieve pictórico. Estas masas proliferan en forma de empastes con cierto relieve, o bien de esferas con pinchos, que evocan erizos de mar, pero de colores muy distintos, antinaturalistas. A veces forman montones de óleo donde el pintor excava concavidades como cuevas, sexos femeninos o moluscos. Este despliegue barroco contrasta a veces con la posibilidad del vacío, que expresan algunas zonas desnudas, con el lienzo al descubierto.
Si ya en alguna exposición anterior incorporó cierto orden geométrico para contrastar con sus paisajes matéricos, en esta obra reciente incluye también franjas de colores paralelos. Una novedad de la actual muestra es el empleo del dibujo previo, que marca siluetas sinuosas y líneas de unión. Y las tres pinturas más recientes, de formato menor, introducen un nuevo elemento: la pintura que se escapa del cuadro, que se desborda y perfila siluetas escultóricas. Respecto a exposiciones anteriores, lo que distingue a esta selección es que expresa de un modo más claro el juego entre orden y desorden, construcción y destrucción. Galería Miguel Marcos. Jonqueres, 10. Hasta el 27 de febrero. Angus Collis. Este pintor neozelandés presenta en la galería Víctor Saavedra un sugerente conjunto de paisajes. Quizá su mejor logro sea un raro equilibrio entre la representación figurativa y una subjetividad que se compone tanto de elementos personales biográficos como de elementos que aporta la materia pictórica, con sus accidentes imprevistos o inducidos. Una de las pinturas más sugestivas es un paisaje cromáticamente sobrio que se titula Garden, pero que permite deslizamientos hacia lo indefinido y puede evocar otros motivos que no son estrictamente un jardín. Parecida ambigüedad se encuentra en Transparent Forest, que juega con el desenfoque y la profundidad de campo. Galería Víctor Saavedra. Enric Granados, 97. Hasta el 14 de febrero. Lola Lasurt. Últimos días de la primera exposición de Lasurt en Joan Prats. La muestra incluye diversas obras que representan la memoria incompleta, el movimiento mediante la quietud (dibujos deportivos) y la quietud mediante el movimiento (la filmación de una estatua). Galería Joan Prats. Balmes, 54. Hasta el 6 de febrero.