Natalidad bajo mínimos
La natalidad en Catalunya es baja y está estancada. En el 2014 la fecundidad (hijos por mujer) fue de 1,38, una de las más bajas de Europa y lejos de los 2,72 de 1975. En tasa general de fecundidad (nacimientos vivos por 1.000 mujeres de 15 a 49 años), hemos pasado de 80 al 1975 a 41,2 en el 2014. En Barcelona esta ratio todavía es más baja, de 36,6. Algunos datos catalanes son compatibles con la baja natalidad actual y, seguramente, futura: de los 3 millones de hogares existentes, 700.000 son unipersonales, y se han multiplicado por cuatro desde 1981; los 700.000 hogares en que viven parejas sin hijos se han más que duplicado desde 1981; la edad media de la maternidad crece sin cesar y ya estamos en 31,7 años, frente a los 30 de 1994 o los 28,3 de 1975. Quizás por eso, también los gemelos de reproducción asistida han crecido, y mucho.
La teoría de Gary Becker sobre fertilidad es un clásico. Este Nobel incorporó en la decisión de tener hijos un cálculo de los padres en términos de los ingresos y los costes que les representarán. Si los ingresos son superiores a los costes, los hijos son un bien de inversión; si pasa lo contrario, son un bien de consumo. La tesis explicaría que en los países subdesarrollados las personas tienen más hijos, porque ayudarán a los padres en el campo y los cuidarán en la vejez; en los países más desarrollados los costes superan los ingresos, y se opta por la calidad (en forma de educación y bienestar). En sintonía, en la ciudad de Barcelona la fecundidad entre inmigrantes procedentes de países no desarrollados es 4,5 puntos más alta que la de los españoles, pero con tendencia a confluir a la baja.
Creo que la mayoría de quienes somos padres de una cierta edad decidimos considerando el coste, pero con una gran dosis de instinto natural. Pero ahora, al menos en los entornos en los que me muevo, donde la natalidad dista de los 1,4 hijos por mujer, parece que el cálculo se impone de manera implacable: costes directos de los hijos, costes de renuncia en una sociedad más hedonista, bajo nivel de renta (salarios bajos, paro en muchos casos, prolongación de la vida escolar...), inseguridad en el flujo de rentas, entre otros.
Hay un acuerdo bastante general en que la natalidad tendría que ser superar los 2 hijos por mujer. Para llegar ahí no sólo hacen falta incentivos inteligentes (el cheque bebé no lo es; las bajas de maternidad/paternidad son más indicadas, y harían falta más guarderías públicas); también hace falta un sistema de contratos laborales diferente y un salario mínimo más alto. Si no se avanza por estas vías, tendrá sentido el hecho de que en la plaza donde vivo, de unos 10.000 m2, hay un área para perros de 400 metros (casi siempre ocupada) y un área infantil de unos 200 (menos concurrida). ¿Una premonición del Ayuntamiento? En animales, vamos al alza. A ver si como sociedad, y con el acompañamiento de políticas adecuadas, somos capaces de imprimirle un poco más de ritmo a los humanos, que vamos cortos.
El coste de tener hijos pesa cada vez más en la decisión de tenerlos