La Vanguardia (1ª edición)

Orlando

- Pilar Rahola

En el Dabiq, la revista on line del Daesh –émula del Inspire de Al Qaeda–, se publican muchos artículos sobre la “maldad de los sodomitas” y la necesidad de asesinarlo­s. Dabiq, por cierto, sale en los hadices y equivale al Armagedón bíblico, la mítica batalla final entre cristianos y musulmanes. Al tiempo, en los países regidos por la charia, la homosexual­idad implica pena de muerte y todos los ideólogos islamistas la consideran un pecado contra el islam. Sin ir más lejos, el mismo imán de Orlando, en una conferenci­a de hace poco, aseguraba que la sentencia para un homosexual es la muerte. Y si pasamos el rastrillo por muchas de nuestras mezquitas, seguro que la prédica va en el mismo sentido. Hemos descubiert­o, pues, que el islamismo es homófobo.

Es homófobo y por eso mata homosexual­es. Misógino y mata mujeres. Antisemita y mata judíos. Y es totalitari­o y por eso mata a todos.

Hago esta premisa porque el terrible atentado de Orlando ha derivado en debates políticos tan esotéricos como deplorable­s, la mayoría insertados en lo políticame­nte correcto, como si fuera más cómodo hablar de homofobia que de islamismo. Es el caso del propio Obama, que ha preferido poner

No hace falta ninguna relación, sólo internet y la voluntad de protagoniz­ar la propia yihad

la cuestión de las armas y no el terrorismo, en el centro del debate, para evitar que Trump saque rédito electoral. Pero al hacerlo, y tal como hace toda la izquierda, abandona el relato contra el islamismo y lo regala a la derecha.

Sin embargo, ¿es un atentado islamista? Parece que no hay duda, como tampoco hubo en el atentado de San Bernardino del pasado diciembre, donde murieron 14 personas. Primero lo es porque el asesino hace profesión de ello y Daesh lo ratifica. Y en esta yihad en red donde cualquier descerebra­do puede ser un shahid, no hace falta haber ido a entrenarse a Raqa o formar parte de una célula durmiente para ser un yihadista.

Quiero recordar que uno de los artículos de Inspire se titulaba “Cómo hacer una bomba en la cocina de tu madre”. Es decir: ninguna relación, sólo internet y la voluntad de hacer la yihad, convertido el individuo en el protagonis­ta de su propia y mortífera épica. Además, el atentado de Orlando sigue el manual de preferenci­a del Daesh: atentar en locales de ocio, hacer una matanza masiva y, a poder ser, matar víctimas sensibles: judíos, mujeres, homosexual­es... La idea lanzada por uno de sus ideólogos: si eres cobarde, insulta; si tienes un cuchillo, pincha; si tienes una pistola, mata; si tienes un fusil, haz una matanza”. El objetivo: crear el terror global para que todo el mundo se sienta amenazado. Y ya hemos visto la capacidad mortífera de un solo asesino.

La cuestión, como siempre, es qué hacemos con los ideólogos que viven felizmente entre nosotros, como este imán de Orlando. Porque el asesino ha perpetrado la matanza, pero el imán de turno ha dibujado la diana y lo ha santificad­o. Serpientes incubando los huevos del odio.

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