La Vanguardia (1ª edición)

Preparando la caída

- CARLOS ZANÓN

Hay algo terrible en algunos secretos. Como el que desconoce la gente que aparece en esta evocadora instantáne­a de Brangulí, probableme­nte hecha hacia 1930. Se trata de una actividad dentro de las colonias de verano que organizaba la Escola del Mar, que estaba por aquel entonces ubicada en la playa de la Barcelonet­a. Es terrible el secreto porque tú sabes algo atroz del futuro y ellos, no. Es su ignorancia tanto como su inocencia lo que resulta atroz. Es su pérdida personal –la mayoría son niños-, pero también la nuestra.Este país y la historia hubiera sido otra si, llegado el momento, la República y sus valores hubieran tenido quien los defendiera. Cuando Franco y los otros gerifaltes se sublevaron, la sociedad fue arrollada en una estampida ciega en el que cada parte quería una revolución distinta. Que la foto fuera hecha en las instalacio­nes de la Escola del Mar añade más fuerza al argumento de que se perdió pie en un mal momento de la historia. Fundada en 1922 por el pedagogo Pere Vergés su edificio tenía forma de barco. En la playa, al lado de lo que eran los Baños Orientales, la escuela acogía a niños y niñas que por motivos de salud les era recomendab­le estar al lado del mar. Escuela progresist­a, catalana, integrador­a y participat­iva, sensible en la educación artística y en crear ciudadanos. Fue destruida en una metáfora innecesari­a en un incendio propiciado por un ataque aéreo el año 1938. Entonces se trasladó por unos años a Montjuïc y después al barrio del Guinardó donde aún está ubicada.

Es mañana de sol y playa, de deporte, de juego, de competir para saber de qué somos capaces y también para saber perder y la importanci­a de ser uno entre iguales. La niña que acaba de darse impulso con esa suerte de trampolín en ese salto hacia nosotros mira el suelo, no a la cámara. Algunas crías sostienen la mirada al fotógrafo aunque la mayoría están atrapadas por la poderosa fuerza del instante. Ese trozo de eternidad de contemplar cómo su compañera supera la cuerda y cae sobre la arena. Hay una mirada limpia tanto en quién mira a cámara como en quién sigue el movimiento de la escena. En el profesor embutido en su albornoz blanco, con el pelo mojado hacia atrás, casi dibujado por Hergé, y la adolescent­e de coletas y ropa blanca. Todos guapos, impecables. La gimnasta tiene los brazos desplegado­s pero la forma en la que dispone su cuerpo nos dice que ya piensa en cómo, superado el obstáculo, caer sin lastimarse. En un extremo de la fotografía de Brangulí vemos una pierna sin dueño. Una pierna que semeja un movimiento inconscien­te, quizás para ayudar a la saltadora a superar la cuerda. Aunque bien pudiera ser una pierna aviesa, con muy mala intención, envidiosa y mezquina. Sabiendo lo que nosotros sabemos y los fotografia­dos no, tienta forzar a la saltadora que se mantenga en vuelo años y años, los suficiente­s para que ninguno de ellos deba vivir la traición, la irresponsa­bilidad, el crimen y la barbarie.

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ANC/BRANGULI
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