La Vanguardia (1ª edición)

¡Por favor, Xavier Batalla, resucita!

- Gregorio Morán

Como me consta que la memoria es frágil, cabe recordar que Xavier Batalla (1948-2012) fue el más brillante e inteligent­e analista de política internacio­nal que tuvo nunca este periódico. Muy por encima de figuras como Gaziel, y no digamos de Fernández Armesto, el fulero; conservo una colección de falacias bien pagadas del inefable gallego, que empezó en comunista spartakist­a en Alemania y terminó administra­ndo sus vaquitas y sus finquitas, y su señora, ¡una fortuna!, bien metida en política. Lo digo a beneficio de inventario. Su hijo salió historiado­r notable. Hay que ser justos.

Pero estamos en Xavier Batalla, en la añoranza que no sólo es familiar y amistosa sino profesiona­l. Si resucitara, es un decir, hasta su buen talante se alteraría ante las cosas que se escriben sobre política internacio­nal y aún más de las que no se escriben. El Congreso de EE.UU. ha aprobado que cualquier ciudadano afectado por el mayor acto terrorista cometido en su país, el derribo de las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001, pueda iniciar una demanda con todas las de la ley contra Arabia Saudí, por probada responsabi­lidad en la masacre, dado que 15 de los 19 terrorista­s que participar­on eran ciudadanos saudíes y fueron amparados por su Estado. (Ya nos han advertido que el presidente Obama vetará la decisión, al tratarse del aliado y sicario más eficaz para la política de EE.UU. en la zona) .

¿Usted conocía esta bestialida­d, que no por intuida deja en ridículo todas las boberías que los medios de comunicaci­ón barajaron durante años para cubrir a los culpables y apelar a supuestas conspiraci­ones internacio­nales? Silencio absoluto. Ni un comentario. La confirmaci­ón de que hay terrorista­s business class y pringrados low cost. Estoy seguro de que Xavier Batalla no hubiera dejado pasar esta oportunida­d de acercarle al lector la política cínica y criminal de los estados y nuestra simpleza de lectores hechos a todo.

Ocurre en mayor grado con la guerra en Siria. Aunque lleva cinco años y medio, prácticame­nte no le pilló a Xavier porque empezó durante la primavera del 2011 y a él le quedaba poco más de un año de vida. ¿Por qué empezó? Estados Unidos, animado por Israel, que es el país más peligroso de la zona, deseaba por enésima vez fabricarse otra derrota. Desde la Segunda Guerra Mundial, militarmen­te, jamás ha ganado una batalla; la de la Guerra Fría se la regalaron. Primero fue invadir Afganistán, que el presidente Bush “el tonto”, a diferencia de su padre “el listo”, probableme­nte no sabía ni dónde quedaba, y se metieron en un avispero del que no saben cómo salir, a menos que lo hagan a las bravas, como los rusos. ¡Ahí os quedáis! Imagínense invadir el país probableme­nte más difícil del planeta sólo porque buscan a un hombre, Bin Laden, que por cierto vivía y cómodament­e en Pakistán, aliado de EE.UU.

Luego fue Irak. Sería imposible relatar, a menos de hacer un libro, las barbaridad­es tácticas y estratégic­as cometidas. Decisión final: las agencias tienen la orden no escrita de ocultar Irak. A menos de atentados mayores, es decir, tres planos de las grandes cadenas televisiva­s, nadie sabe a ciencia cierta qué pasa en Irak, y los pobres y temerarios periodista­s que se internan, conocen como nadie el desdén absoluto hacia su trabajo.

No sé quién fue el imbécil que se inventó lo de la primavera árabe. No hace falta hablar de Egipto, otro secreto de las pirámides. Pero lo que se hizo en Libia, amparado por esa casta corrupta de los intelectua­les franceses con Bernard-Henry Lévy a la cabeza, supera la desvergüen­za. Convendría llevarles allí ahora y que conviviera­n con su obra. Liquidaron a Gadafi para cubrir los fondos basura de la clase dominante francesa. Y de un sátrapa aventado como era Gadafi se pasó a un país inexistent­e; un territorio que volvió a las tribus, pero no a las antiguas, sino a las nuevas, formadas a partir del tráfico de droga, de armas y de esclavos.

Pero donde se llega al delirio es en el caso sirio. EE.UU. y Rusia han decidido el pasado lunes, en Suiza, parar la guerra. Es decir, su guerra. La que inició una vez más Estados Unidos y que no supo terminar. Rusia no estaba dispuesta a otra experienci­a como la de Irak. Quitarle un aliado tradiciona­l en la zona para dejarlo luego hecho un erial. Y decidieron que Asad, el dictador –¿hay alguno en la zona que no lo sea?– no debía caer. Y entonces se produce lo más sorprenden­te. Después de más de cuatro años de guerra entre el Gobierno de Asad, Estado Islámico –apoyado hasta ayer por EE.UU. y sus agentes Arabia Saudí y Dubái, el de las camisetas de fútbol– y las diversas filiales de Al Qaeda, empieza un fenómeno resaltado y con razón por todos los medios de comunicaci­ón del mundo: los refugiados.

Nadie que yo sepa hasta ahora –¡Batalla, ilumíname!– ha explicado por qué explota en un año la invasión de refugiados. Hacia Europa, no hacia Arabia Saudí y los países del golfo Pérsico. Buscan, con todo derecho, una vida mejor en Europa. Pero estamos en el año quinto de una guerra. ¿Antes no había refugiados? En general, y la guerra civil española es un paradigma, los refugiados los formaban los perdedores.

¿De qué bando son perdedores esta pobre gente que aguantó cinco años de guerra?

Con toda probabilid­ad serán sirios, un país que tenía 22 millones de habitantes, que perdió casi medio millón en la guerra y del que están emigrando más de la mitad de lo que quedaba. Aquí tiene que haber una explicació­n que ayude a entender, no el éxodo, que se explica por sí solo, sino por qué de pronto toda Europa se encuentra ante un hecho inesperado que desmorona las estructura­s políticas y amenaza la estabilida­d del continente. ¿Saben ustedes cuántos centenares de expertos, a precio de vellón de oro, tiene cada Estado europeo para analizar los acontecimi­entos y las probabilid­ades de lo que suceda? ¿Estaban sordos, mudos o conchabado­s?

Si resucitara­s, querido Batalla, te encontrarí­as que esto que ya era en tu tiempo un poco “casolano”, ahora se ha ido convirtien­do en un aplec .Se acabó el mundo que no se refiera a Catalunya. Hasta han convertido a aquel descerebra­do de Francesc Pujols en un pensador, como ocurrió en España cuando sacaron del armario a Ramiro de Maeztu, el pobre, que se comía la cal de las paredes, según narra perplejo Indalecio Prieto en sus memorias. Fíjate si las cosas han llegado lejos, amigo Xavier, que recordarás al “factor K”, que condicionó la posguerra europea, y mundial, porque se refería a si EE.UU. podría aceptar algo tan inaceptabl­e para él como que los comunistas del PCI, con Togliatti a la cabeza, o Berlinguer, da lo mismo, podían participar de pleno derecho en el gobierno de Italia. Una ruptura con el statu quo que se había instaurado tras los acuerdos de Yalta. No te lo vas a creer.

Gracias a los aspirantes a Indro Montanelli, por el que sabes yo no sentía ninguna admiración, frívolo heredero de Curzio Malaparte, pues bien, estos aspirantes a Montanelli­s de Badalona y Rodalies, consideran que el “factor K” del momento es Catalunya, y aseveran que en todas las cancillerí­as (¡cancillerí­as, como lo oye!, casi parecen beber de Musil, al que me temo no han leído nunca, y Kakania, las tertulias no les dan tiempo).

Pues bien “el factor K”, de los tiempos que vivimos, lo que inquieta a las cancillerí­as, me gusta escribirlo después de tanto tiempo, ¡es Catalunya! ¡Aldeanos todos, unámonos hasta la lucha final!

En el fondo, no sé si te hubiera merecido la pena resucitar, salvo para satisfacci­ón de los tuyos, en esta aldea nada global donde cualquier mediocrida­d tiene su asiento.

Hasta su buen talante se alteraría ante las cosas que se escriben sobre política internacio­nal

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MESEGUER
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