La Vanguardia (1ª edición)

Increíble, pero cierto

- Miquel Puig

El Instituto Nacional de Estadístic­a publica los datos de empleo desagregad­os por comunidad autónoma y por nacionalid­ad desde el 2002. Esto nos permite retrotraer­nos a aquel año para poner de relieve un fenómeno extraordin­ario que ha tenido lugar en nuestro mercado de trabajo en el curso de los últimos 14 años.

El verano del 2002 trabajaban en Catalunya 2.954.000 personas. El número de parados era de 320.000, lo que representa­ba una tasa de paro del 10%, altísima en el contexto europeo. Supongamos que los catalanes del momento se hubieran preguntado cuántos puestos de trabajo tenían que crear en los siguientes 14 años para que el verano del 2016 Catalunya gozara de pleno empleo, y concretame­nte de una tasa de paro del 4%. Para hacer el cálculo pertinente, podrían haber tenido presentes tres datos: los 320.000 parados, la caída previsible del número de catalanes en edad de trabajar por razones demográfic­as (100.000 personas) y, en sentido contrario, el aumento previsible de la proporción de catalanes en edad de trabajar que querrían hacerlo (unos 130.000). Hechos los cálculos pertinente­s, hubieran llegado a la conclusión que, en el verano del 2016, se debería haber aumentado el número de puestos de trabajo en 270.000.

El verano del 2016 han trabajado en Catalunya 3.224.000 personas, o sea justamente 270.000 más que el verano del 2002, lo cual no deja de ser una extraordin­aria y feliz coincidenc­ia. Sin embargo, el verano del 2016 en Catalunya había, no 320.000 parados como en el 2002, sino 550.000, equivalent­es a una tasa de paro del 15%. Hemos hecho exactament­e lo que había que hacer, pero el resultado ha sido desastroso.

Obviamente, el factor que lo explica es la inmigració­n, que constituye una parte significat­iva del número de parados y que ha ocupado una parte de los 270.000 puestos de trabajo creados. ¿Qué parte?

Los datos del INE nos dicen que 195.300 de los nuevos empleos netos, o sea tres de cada cuatro, han sido ocupados por personas que no tienen la nacionalid­ad española. Se trata de una proporción extraordin­aria, pero que minusvalor­a el impacto de la inmigració­n, ya que una parte de los inmigrante­s han tenido acceso a la nacionalid­ad española.

Si nos preguntamo­s qué parte de los 270.000 puestos de trabajo adicionale­s han sido ocupados por personas que no han nacido en España, tenemos que hacer una estimación del número de inmigrante­s ocupados que han accedido a la doble nacionalid­ad, lo que podemos hacer a partir de las datos referidos al conjunto español. Extrapolad­os estos, llegamos a la conclusión de que de los 270.000 puestos de trabajo netos creados en Catalunya en los últimos 14 años, un total de 270.000 (o sea, todos) han sido ocupados por personas no nacidas en España. Así pues, la política española de creación de empleo ha conseguido, en Catalunya, lo que podía parecer un imposible: crear muchos puestos de trabajo, pero que ni uno solo haya servido para reducir el paro. Increíble, pero cierto.

La política laboral ha creado muchos empleos en Catalunya, pero ni uno solo ha servido para reducir el paro

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