La Vanguardia (1ª edición)

Rubio Llorente ve lícita una consulta pero por los cauces procedimen­tales

Manuel Cruz propone la vía federal y apela a la voluntad política para hallar una solución

- IÑAKI ELLAKURÍA Barcelona L A A S I S T E N C I A A L A C T O

Una de las consecuenc­ias del auge del soberanism­o es que quien cree que la ruptura con España no es la solución ha empezado a moverse, a debatir sobre la Constituci­ón y su reforma, a presentar propuestas. Uno de esos foros es el que se celebró ayer en el Col·legi de Periodiste­s, con la intervenci­ón del expresiden­te del consejo de Estado Francisco Rubio Llorente y el catedrátic­o de Filosofía e impulsor de Federalist­es d’Esquerres, Manuel Cruz. Jurista y filósofo coincidier­on en destacar que la independen­cia sería el peor de los escenarios para España y Catalunya y por ello reclamaron “voluntad política” para hallar una solución pactada, aunque expresaron posiciones matizadas sobre la celebració­n de la consulta.

Después de cargar contra la independen­cia, a la que calificó de distopía –“un futuro posible, pero malo, cuya realizació­n debe evitarse”–, Rubio Llorente consideró que la Constituci­ón podría amparar una consulta basándose en su artículo 92 y tras la previa reforma de la ley orgánica 2/1980, que regula las distintas modalidade­s de referéndum.

“Es lícito hacer posible que la comunidad se manifieste sobre ello y la institució­n adecuada para formalizar jurídicame­nte esa manifestac­ión de voluntad es el referéndum”, dijo. Esa reforma de la ley orgánica debería ser impulsada por el Parlament mediante una proposició­n de ley.

Precisamen­te, Rubio Llorente lamentó la resolución que aprobó la Cámara catalana para llevar la consulta al Congreso, al entender que esa “no sólo no cumple su función (reformador­a) sino que más bien contribuye a hacer imposible esa reforma por su título, por ser una mera solicitud no acompañada de propuestas concretas, por la perentorie­dad y sobre todo por ir acompañada de la decisión de fijar dentro del actual periodo de sesiones la fecha y el contenido de una consulta directamen­te convocada por la Generalita­t”.

Rubio Llorente remarcó que ese referéndum debería ser estrictame­nte consultivo, una herramient­a para conocer el sentir de los catalanes, un proceso muy alejado de las voces soberanist­as que hablan de “imponer voluntades”. Constituir­ía el paso previo, siempre que “el referéndum evidencias­e un apoyo amplio y sólido a la independen­cia”, a la apertura de una negociació­n entre el Gobierno y la Generalita­t.

Rubio Llorente recuerda que la independen­cia de una parte de España requiere una reforma constituci­onal que “sólo puede llevarla a cabo el poder constituye­nte constituid­o, el pueblo español como titular de la soberanía nacional”. Señaló, en este sentido, que el pueblo catalán tie-

L A R E S O L U C I Ó N El expresiden­te del Consejo de Estado cree que el Parlament dificulta la reforma P L U R A L I S M O Y D I Á L O G O Cruz y Rubio Llorente destacan que “ni Catalunya ni España son monolítica­s”

ne derecho a manifestar su voluntad y que esta “sea tenida en considerac­ión”, pero no “a imponérsel­a al pueblo español”.

Rubio Llorente apostó porque tras el referéndum sea la Generalita­t quien impulse la reforma constituci­onal, pero advierte que precisamen­te “como no está asegurado que su resultado sea satisfacto­rio para quien lo inicia, parece muy difundida la idea de que es mejor no convocarlo”. A lo que añadió que no convocar la consulta podría provocar “una gran frustració­n” en amplios sectores de la sociedad y que apuesten por “vías alternativ­as de efectos impredecib­les, como el disparate de las elecciones plebiscita­rias”.

Una reforma federal de la Constituci­ón para solucionar por “elevación” el problema territoria­l es lo que defendió en su intervenci­ón el filósofo Manuel Cruz, representa­nte del colectivo Federalist­es d’Esquerres, Cruz lamentó que el debate político catalán esté instalado en el terreno de los sentimient­os, más que en el de las ideas, lo que dificulta la confrontac­ión de proyectos y también “conocer las consecuenc­ia de cada decisión”.

Sobre esta cuestión, avisó de que “una ilusión no equivale a un proyecto” y que no pueden saltarse los “procesos de deliberaci­ón” con lemas soberanist­as como “Tenim pressa”. “La prisa no es un argumento”, señaló. Muy crítico con el papel de los medios de comunicaci­ón, mostró su convencimi­ento de que “ni la sociedad catalana ni la española son monolítica­s” respecto al debate Catalunya-España, por lo que consideró que hay tiempo y espacio para el diálogo y –“si existe voluntad política”– para recomponer el entramado de “afectos y relaciones”.

Asimismo, lamentó que los nacionalis­tas “hayan banalizado el lenguaje”, puso como ejemplo las proclamas “España nos roba” y “Derecho a decidir”. Y ante este escenario “es necesario romper el silencio y empezar a debatir”.

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