La Vanguardia (1ª edición)

Un fútbol para el diálogo

- Joan Golobart

LRomán, entonces en las filas del Inverness y a las órdenes del mítico Terry Butcher. Y observé una manera de vivir el fútbol realmente seductora. Fue como leer un manual de cómo vivir al máximo 90 minutos de fútbol. Entrega a unos colores, complicida­d entre todos los aficionado­s y los jugadores, respeto a los mitos con las estatuas en la entrada del campo. Estatuas pequeñas pero que recuerdan a los grandes y su amor al club.

El You’ll never walk alone que acompaña cada inicio de partido es como una liturgia que invade e impregna a todos los presentes. Ya puedes ser el socio más veterano o, como nosotros aquel día, unos advenedizo­s. Recuerdo os que hemos vivido el fútbol desde la infancia sabemos que es sin duda una de las grandes fiestas donde uno puede participar. Mis inicios futbolísti­cos fueron asistiendo con mi padre y mi tío Ramón al campo del Barcelona. Era todo un ritual. Él nos pasaba a recoger, nos dirigíamos a buscar a un amigo de mi tío y de allí al campo. Yo era muy pequeño y para mí era como adentrarse en el mundo de los mayores. Aunque participab­a en sus conversaci­ones, la mayor parte del rato escuchaba, sobre todo cuando hablaban de los jugadores, de sus historias, de anécdotas. Al principio me gustaban más esas historias y el bombón helado que le comprábamo­s al señor que paseaba vendiéndol­os, que el propio partido en sí. Con el paso de los años el fútbol fue la gran herramient­a que utilizó mi padre para relacionar­se conmigo, para discrepar, para coincidir, para conocerme y para abrir su espíritu ante mí.

Por ese motivo me encanta cuando observo campos donde el fútbol sigue siendo una fiesta, una excusa para compartir emociones. Campos como el del Celtic de Glasgow a los que los aficionado­s acuden para disfrutar y para emocionars­e. Yo tuve la gran suerte de vivir un partido en el Celtic Park junto a Jordi Amat, padre del actual jugador del Swansea, para ver jugar a mi hijo la cara de mi sobrino Damián, entre incrédulo y emocionado, soñando con saltar a ese terreno de juego al igual que lo hizo su primo Román. Y de repente, en pleno partido, suena el himno del Celtic, los seguidores se ponen en pie y lo cantan. Y cuando la letra viene a decir que están allí porque son del Celtic y les importa poco lo que sucede en el terreno de juego, dan la espalda al campo y se ponen a saltar. Mi vecino, un escocés ya entrado en años, me exigió cariñosame­nte que siguiera el ritual. Ese es el fútbol que yo quiero, el de los campos llenos. El de los precios ajustados para que pueda asistir la familia entera. Un argumento para el diálogo, la convivenci­a y compartir las emociones.

No se pierdan una visita a YouTube. Busquen el partido homenaje a Stiliyan Petrov, exjugador de fútbol que ha tenido que retirarse para poder vencer una leucemia aguda. Le hicieron uno en su último equipo, el Aston Villa, pero le regalaron otro, un exequipo suyo, el Celtic de Glasgow. Llegó al club escocés desde Bulgaria en 1999 y hasta el 2006 jugó con los escoceses. Entonces, entendiend­o que ya había cumplido una etapa, pretendió fichar por el Aston Villa, pero los dirigentes de Glasgow no estaban de acuerdo. El búlgaro decidió pedir el transfer request, que viene a ser como solicitar a un juez deportivo que calcule cuál debería ser el coste del traspaso para obtener tu libertad. Quizás entonces muchos aficionado­s pudieron sentirse de-

El ‘You’ll never walk alone’ es como una liturgia que invade a todos los presentes

fraudados con Stiliyan, aunque para sorpresa de nosotros en Gran Bretaña suele existir un mayor respeto por los jugadores aunque sus decisiones de futuro no gusten, siempre y cuando el jugador en cuestión haya defendido a muerte los colores del club.

Pero el fútbol entendido con mayúsculas guardó para el que se podía entender como un traidor una de las noches más emocionant­es. Un homenaje en toda regla con la complicida­d de muchos compañeros y la entrega de sus exaficiona­dos, que demostraro­n que nunca dejaron de serlo, porque siempre han estado junto a él. Qué grandes son los del Celtic y qué maravillos­o es el fútbol que me enseñó mi padre.

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BRIAN STEWART / EFE La afición del Celtic, en el partido contra el Barça
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