La Vanguardia (1ª edición)

El respeto al adversario

- Lluís Foix

Se avecina una gran concentrac­ión de líderes mundiales en Sudáfrica para rendir homenaje a Nelson Mandela, un hombre que fue calificado de terrorista por muchos gobiernos occidental­es pero que supo estar a la altura del momento histórico. Se empeñó en crear un espacio de convivenci­a mediante gestos como visitar a la viuda de su carcelero o ponerse la camiseta del equipo de rugby que era la marca sudafrican­a del apartheid de los blancos.

Destacaría dos rasgos de este personaje que durmió 27 años en la cárcel. La primera es la magnanimid­ad y el perdón cuando el viento de la historia soplaba a su favor. La segunda es haber impulsado la Comisión de la Verdad para averiguar lo que había ocurrido en su país durante los ignominios­os años del apartheid. Saber lo que había pasado y mirar hacia el futuro. La memoria histórica es precaria cuando no se apoya en todos los datos al alcance, en bruto, enumerando lo que ha ocurrido para poder empezar a analizarlo­s desde el punto de vista político, social y moral.

He estado varias veces en África en los últimos treinta años. Paradójica­mente, el país donde parecía que no habría una salida al despreciab­le régimen del apartheid es donde su produjo el cambio de forma inesperada, incluso con la participac­ión del presidente blanco, De Klerk, que vio que no podía contener la indignació­n de la gran mayoría negra.

La historia de Zimbabue, la antigua Rodesia, es tristement­e distinta. Robert Mugabe no supo reconcilia­rse con la minoría blanca ni, sobre todo, con sus correligio­narios de la lucha contra los blancos, a los que eliminó políticame­nte creando una de las dictaduras más indecentes de África, que ha perdurado hasta hoy.

Poco gloriosa ha sido la intervenci­ón política y militar de Europa en sus viejos dominios africanos. Francia acaba de enviar 1.600 soldados para frenar las matanzas que se han producido en la República Centroafri­cana. Lo que ocurrió hace pocos años en Ruanda y Burundi no fue detenido por las viejas metrópolis. La huida de africanos hacia Europa es combatida por dramas como los de Lampedusa o por las cuchillas en las alambradas de Melilla, un atentado contra la integridad física, en una obsesión por la seguridad de europeos a costa de la salud de los que vienen.

El respeto al adversario, al extranjero, al distinto en razón de su raza, religión o posición es el legado que deja Mandela.

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