Ni objetivos ni certezas
La plantilla españolista cierra la temporada sin conocer su futuro y con un plan de pagos aplazado
El Espanyol no acabará con sus huesos en Segunda División esta temporada. Básicamente, porque es casi imposible, aunque los cálculos aritméticos aún digan lo contrario. Los ocho equipos aún no descendidos que tiene por debajo no sólo tendrían que sumar hasta igualar o superar los 41 puntos que tienen ahora los blanquiazules –sin que ellos lo hagan–, sino que todos ellos tendrían que sumarlos en el momento adecuado, incluso frente a los equipos que se juegan la Liga, ya que todos ellos tienen enfrentamientos directos.
El problema que sufre ahora mismo el Espanyol no es el riesgo del descenso, como la plantilla y la directiva bien saben, y la “mierda” en que ha vuelto a caer el equipo no es más que una sensación de riesgo que Javier Aguirre no ha dudado en aprovechar para motivar a los suyos. El problema que tiene la plantilla –y por extensión todo el club– es el desencanto, la apatía.
Tras la victoria de Málaga, que dejaba al equipo virtualmente salvado, pero sin más objetivos, la temporada deportiva estaba ya finiquitada. De eso hace ya cinco jornadas, en las que el equipo no ha sumado más que un punto –el empate in extremis ante el Rayo en Cornellà–. Las derrotas intercaladas ante Barcelona, Sevilla, Real Sociedad y Almería suponen la peor racha de la temporada, mayor que la que el equipo sufrió entre la sexta y la décima jor-
La campaña pasada se fueron siete jugadores, esta ya van dos y podría irse algún pilar Cornellà cerrará el año con una asistencia media inferior a la de la peor época de Montjuïc
nadas, con cuatro derrotas a las que sucedió la inesperada y brillante victoria ante el Atlético de Madrid.
No es la peor, sin embargo, de la era Aguirre: el triste cierre de la pasada campaña, cuando un equipo también sin objetivos deportivos sólo sumo un punto en los últimos seis partidos de Liga tras sellar la salvación –tampoco matemática– ante el Getafe en el Coliseum Alfonso Pérez. En esa ocasión, sólo el duelo ante el Real Madrid motivó a los españolistas, que arrancaron un punto del Bernabeu.
Como entonces, prácticamente ninguno de los integrantes de la plantilla tiene la certeza de seguir la próxima campaña en el equipo, dado el mensaje del club de la necesidad de vender efectivos y de no afrontar las renovaciones hasta el final de temporada. Que el técnico no acceda a firmar por más de una campaña tampoco ayuda a definir el futuro del equipo. Siete de los jugadores de aquel equipo tuvieron que hacer las maletas. Este año ya van dos –Tejera y Wakaso– y podrían ser más que el pasado junio. Entre ellos, pueden irse puntales como Moreno, que en su última comparecencia no dudó en afirmar que podría estar viviendo sus últimos días en el club y ayer no se presentó en Sant Adrià. La única explicación fue que tenía permiso por “motivos personales”. Todo ello, en plena crisis.
Aunque este año se suma un problema que, sin ser nuevo, sí llega en el peor momento: el aplazamiento de uno de los plazos de las fichas. La semana pasada, Joan Collet aseguraba que el asunto estaba controlado tras acordar un nuevo plazo con los capitanes. Pero el problema está ahí. Y si no es suficiente para explicar el bajo rendimiento de la plantilla es indudable que también suma.
Una desilusión que se ha contagiado irremediablemente a la grada. Los menos de 15.000 espectadores que se reunieron en Cornellà el pasado domingo al mediodía suponen una nueva cifra negativa que difícilmente se explica por el descenso global de público a los estadios, como argumenta el club. Ni la última visita del Barcelona consiguió llenar las gradas del estadio españolista, que ante el Osasuna cerrará una temporada con una media de espectadores inferior a los 20.000. Como la peor época de Montjuïc.