La Vanguardia (1ª edición)

Contra el óptimo naufragio

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LA economía va a mejor, como se encarga de repetir Mariano Rajoy como buena nueva, a ver si el personal lo pone en valor. Pero es que no ganamos para sustos. Y no me refiero sólo al escándalo de los tejemaneje­s de Rodrigo Rato con su patrimonio oculto, sino al nerviosism­o de los mercados con Grecia, que ha supuesto caídas relevantes en las bolsas y subida de la prima de riesgo española. Cuesta de entender que un Estado que apenas supone el 2% de la economía de la zona euro sea capaz de causar tantas incertidum­bres. Todavía resulta más difícil de comprender que resulte tan complejo alcanzar un acuerdo entre la troika y el Gobierno de Tsipras. A veces parece que existan ganas de hacer que Syriza purgue algunas insolencia­s de la campaña que le llevó al poder. Ciertament­e, el Ejecutivo heleno se resiste a profundiza­r en las reformas, pero no deja de ser una broma que se ponga estupendo con Grecia el comisario de Exterio- res, el francés Pierre Moscovici, cuando fracasó con las reformas en su país cuando era ministro de Economía.

Los griegos parecen volver al estoicismo clásico, que aconsejaba la imperturba­bilidad (ataraxia) ante las complicaci­ones. Zenón fue el fundador de esta corriente filosófica y tanto lo admiraron los atenienses que le entregaron las llaves de la ciudad y le levantaron una estatua de bronce. Una vez, Zenón respondió a un alumno que no paraba de hablar: “Tenemos dos orejas y una sola boca, justamente porque debemos escuchar más y hablar menos”. Es más o menos lo que está haciendo Yanis Varufakis; escuchar mucho al FMI y al BCE, para concretar poco. Pero ha llegado el momento de acercar posturas. No se pude permitir acabar diciendo como Zenón, al volver de Chipre: “Hice un pésimo viaje y un óptimo naufragio”.

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