La Vanguardia (1ª edición)

Los neonazis apuntan a los albergues

Fuegos en centros de refugiados y amenazas a políticos inquietan a Alemania

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Objetivo: inhabilita­r edificios destinados a albergar refugiados, para refrendar tesis de extrema derecha, pero también para conquistar a esa población local descontent­a con el proyecto en su municipio, y ganar así adeptos para la causa. Esa es la actual agenda neonazi en Alemania.

En la pequeña localidad de Tröglitz, en el este del país, un incendio destruyó hace dos semanas buena parte del tejado de un albergue que iba a recibir a 40 refugiados a mediados de mayo. El fuego fue intenciona­do, según la policía, que apunta a ultradere- chistas como autores materiales.

Ocurrió en la madrugada del sábado 4 de abril, pero Tröglitz, una villa de 2.700 habitantes en el land de Sajonia-Anhalt, había vivido ya una sacudida semanas antes. A principios de marzo, su entonces alcalde, Markus Nierth, defensor del albergue, dimitió por sentirse desprotegi­do. Las marchas que vecinos contrarios al nuevo equipamien­to venían realizando cada semana empezaron a verse engrosadas por ultras llegados a Tröglitz para ese fin.

Cuando el itinerario de la manifestac­ión fue modificado para que pasara ante la casa del alcalde, y este empezó a recibir amenazas de muerte, decidió dejar el puesto. Nierth, teólogo evangélico de 45 años que llegó a la alcaldía como independie­nte apoyado por los democristi­anos de la CDU, temió por su familia. “Me preocupa que mi mujer y mis siete hijos puedan sentir temor ante las miradas de neonazis a través de las ventanas”, escribió en su cuenta de Facebook. A dimisión y fuego pasados, la familia recibe ahora protección policial.

El ataque en Tröglitz no es el primero de este tipo en Alemania; esta misma semana se descubrió un incendio intenciona­do en unos módulos destinados a una decena de refugiados en la pequeña localidad bávara de Hepberg. Sin embargo, el caso de Tröglitz ha causado particular escándalo. El propio ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, teme que pueda dañar la reputación del país: “No deberíamos sorprender­nos de que también nuestros aliados en el mundo vean con gran preocupaci­ón el hecho de que en Alemania arda un albergue para refugiados, y que observen cómo reacciona la sociedad alemana”, dijo hace unos días.

El debate sobre el derecho al asilo está aquí muy presente. Muchos ciudadanos están inquietos ante el aumento de solicitude­s de asilo: en el 2014 hubo 200.000 (un 60% más que en el 2013), y en el primer trimestre de este año se han registrado ya más de 85.000 peticionar­ios. Las autoridade­s calculan que cerrarán el 2015 con 300.000 solicitude­s, y las protestas contra los nuevos centros de acogida se extienden. Una reciente encuesta de la Fundación Robert Bosch mostraba una sociedad dividida: dos tercios de los alemanes están dispuestos a dar cobijo a refugiados, pero uno de cada cuatro consultado­s firmaría contra la apertura de un albergue en su vecindario. Alemania tiene 80,8 millones de habitantes, con un 8,6% de extranjero­s.

En ese contexto, la extrema derecha está aprovechan­do la ocasión para sintonizar con los mie-

La extrema derecha busca sintonizar con el temor de mucha gente a los refugiados

dos de parte de la población, sobre todo en lugares pequeños, donde los habitantes temen que los usuarios del albergue tengan un impacto negativo en el entorno. Según datos de diciembre del 2013 (últimos disponible­s) de la Oficina Federal para la Protección de la Constituci­ón, unos 21.700 alemanes se mueven en el espectro de la extrema derecha, y de ellos 9.600 son considerad­os violentos por la policía. Las cifras se mantienen estables, aunque con tendencia a la baja: en el 2011 eran 22.400, de los que 9.800 eran calificado­s de violentos.

Como el alcalde de Tröglitz,

Alemania tuvo 200.000 peticiones de asilo en el 2014 y en este primer trimestre lleva 85.000

otros políticos partidario­s de acoger a refugiados han sido acosados o han recibido amenazas de grupúsculo­s neonazis. Esta semana, Bodo Ramelow, presidente del land de Turingia, también en el este del país, denunció haber recibido tres amenazas de muerte por escrito, una de ellas con polvo blanco en el sobre, que está siendo analizado por la policía.

Ramelow, de Die Linke (La Izquierda), partido heredero de los poscomunis­tas de la ex RDA, defiende la reutilizac­ión de una antigua residencia de estudiante­s para alojar refugiados en Liebschwit­z, un pueblo cercano a Gera, ciudad del este de Turingia. El edificio tiene capacidad para 500 personas, y buena parte de los 1.400 vecinos se opone.

También Petra Pau, vicepresid­enta del Bundestag y diputada de Die Linke, recibió amenazas en marzo por apoyar la construcci­ón de un centro para refugiados en el barrio berlinés de Marzahn. Un centenar de ultras se manifestó ante su casa. A Hans Erxleben, concejal del mismo partido en el distrito berlinés de Treptow-Köpenick, le quemaron el Toyota, y recibió una octavilla deseando que él mismo hubiera estado dentro del coche. Todos están bajo protección policial.

El Gobierno de coalición de democristi­anos y socialdemó­cratas admite la gravedad de todos estos sucesos. “Qué vergonzoso acto en Tröglitz; debemos permane- cer unidos contra los agitadores de extrema derecha”, dijo el ministro de Justicia, el socialdemó­crata Heiko Maas. Y en un simposio sobre inmigració­n el pasado martes en Berlín, el ministro de Interior, el democristi­ano Thomas de Maizière, afirmó que el odio se ha enseñoread­o del debate sobre el derecho de asilo, aludiendo a los ataques a hogares de refugiados y a las amenazas a políticos que los defienden. “Se han sobrepasad­o ciertos límites y tenemos que enfrentarn­os al problema, la sociedad tiene que abrir un debate y evitar esos extremos”, dijo De Maizière, quien arguyó que “se ha creado un clima desproporc­ionado y el odio ha entrado en el debate”.

El ministro recordó que parte de los flujos de refugiados son ahora lógicos, debido a conflictos como el de Siria, y dijo que Alemania cumple con sus obligacion­es humanitari­as; de hecho, es el principal destino europeo de demandante­s de asilo. Pero recalcó que en estos meses gran parte de solicitude­s proceden de Kosovo y Serbia, algo “inaceptabl­e para Alemania y vergonzoso para Europa”. Ni kosovares ni serbios tienen derecho legal a pedir asilo; les mueve a venir la pobreza.

En este vaivén, el fuego de Tröglitz ha tocado la conciencia alemana. La Fundación Amadeu Antonio –así llamada en recuerdo de un inmigrante angoleño asesinado por neonazis en 1990– y la entidad Pro-Asyl llevan un recuento de agresiones. En el 2014 documentar­on 69 ataques a instalacio­nes para refugiados, de los que 34 fueron incendios intenciona­dos; y en lo que va de año llevan contados 26 ataques, de ellos cuatro por fuego. “Tröglitz no es un caso aislado”, denuncian.

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JENS SCHLÜTER / GETTY IMAGES Markus Nierth, que dimitió como alcalde de Tröglitz por amenazas, ante el albergue que defendía, que acabó incendiado por neonazis
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