La Vanguardia (1ª edición)

Finlandia elige hoy quién rehará el Estado de bienestar

Tras años de crisis, el país atraviesa un interminab­le estancamie­nto económico

- ANDY ROBINSON Helsinki. Enviado especial

Parecía ser la prueba concluyent­e de que el célebre Estado de bienestar de Finlandia –que hoy celebra elecciones legislativ­as– ya no funciona tras seis años de recesión. Casi 2.600 personas acudían un jueves por la mañana al centro de distribuci­ón de ayuda alimentari­a de Mellunmäki, en el centro de Helsinki. Hacían cola en silencio, bajo la nieve. Dentro, decenas de voluntario­s entregaban cajas de leche y yogures, carne y verduras. “Hace diez años venían 300 personas, casi todos alcohólico­s y drogadicto­s; ahora vienen miles y hay familias con niños, ancianos, estudiante­s, gente que no tiene trabajo o no tiene suficiente”, dice Haikú Hursti, pastor luterano que gestiona el centro. “Unas 800.000 personas están viviendo en la pobreza”, añade Hursti en español, aprendido durante diez años como misionero en Logroño.

Sobre una población de 5,5 millones, 800.000 parecen muchos. Pero todo es relativo en la larga crisis de la zona euro. Un salario de pobreza en Finlandia es de 1.000 euros al mes, y hablando con la gente en la cola hace apenas una semana, era obvio que no se trataba de superviven­cia sino de una ayuda temporal. Los entrevista­dos hablaban un inglés excelente y eran de modales más de Ibsen que de Buñuel. Aunque el paro haya subido al 10% en Finlandia y se esté acabando el paro para muchos (durante 400 días perciben el 60% del salario anterior), el Estado finlandés paga un subsidio mínimo y el alquiler de quienes no pueden pagarlo. “Hay de todo aquí: gente que es tan pobre que dependen de esto, otros con problemas de alcohol, y luego personas como yo, con problemáti­cas pasajeras”, explica Lea, divorciada, 56 años. ¿Las dificul- tades? “Tengo muchas deudas por las hipotecas de dos apartament­os y en estos momentos no puedo vender ninguno de ellos”.

Katja, de 37 años, cuyos dos hijos viven con su exmarido, tuvo una grave crisis de salud. Por supuesto, la sanidad pública finlandesa la cuidará y recibe una prestación por incapacida­d. Pero arrastraba deudas también. “Lo gasto todo con la tarjeta Visa, estoy de baja y he perdido el aparta- mento. Tengo que pagar por los niños”, afirma. Mikko está estudiando Informátic­a a los 45 años y es difícil pagar el alquiler. “Lo bueno de Haikú Hursti es que nadie tiene vergüenza de venir aquí”, concluye Lea.

Es decir, que los estragos sociales de la crisis en Finlandia no son los de Grecia, ni tan siquiera los de España. Pero lo que Finlandia sí tiene en común con el resto es más preocupant­e. La economía finlandesa atraviesa un interminab­le estancamie­nto económico que puede ser un presagio de lo que va a ocurrir en otros países mucho menos preparados y menos solidarios. “Estamos en riesgo de vivir una década perdida”, aseguró hace unos días el primer ministro, Alexander Stubb, cuyo partido perderá hoy las elecciones. Curtido en la tecnocraci­a de Bruselas, Stubb propone reformas estructura­les y austeridad para resolver los problemas.

Estrella económica en la primera década del siglo, Finlandia no ha levantado cabeza desde la crisis del 2008, que aniquiló en un año el 8% del PIB , un caída que no se ha recuperado siete años después. Finlandia tiene problemas excepciona­les comparado con el resto de Europa. El colapso de Nokia restó el 3% del PIB. La industria papelera se ha resentido de la caída de la demanda de la prensa, aunque los fabricante­s de cartulina van bien gracias a los envases por la venta on line y la entrega a domicilio. Por si eso fuera poco, la crisis con Ucrania ha impactado en el comercio. “La crisis nos ha golpeado mucho más que a nadie”, se lamenta Korkmen Sixten, economista de la Universida­d de Helsinki.

Pero en otro sentido, Finlandia es el futuro de Europa, un ejemplo adelantado de un estancamie­nto estructura­l sobre el cual el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) advirtió esta semana en su asamblea en Washington. Finlandia tiene el porcentaje más bajo de ciudadanos en edad laboral de la UE, el 59%. Es muy bajo, pero en las próximas décadas, todo el resto de los países europeos rebasará a Finlandia. En el 2025, Alemania tendrá más viejos que Finlandia. Al mismo tiempo, se ha perdido el dinamismo económico de los años de Nokia. La productivi­dad de Finlandia ha caído un 3% desde el 2007. “El estancamie­nto finlandés es una historia sencilla que pronto llegará a muchos países europeos, notablemen­te Alemania: una crisis demográfic­a y con descenso de la productivi­dad”, sentencia Karl Whelan, economista de la Universida­d de Dublín.

De modo que la estrategia del próximo gobierno de coalición, tras las elecciones de hoy, será un experiment­o de gran interés para el resto de Europa. Será liderado con toda probabilid­ad por el Partido del Centro, de Juha Sipila, ingeniero y empresario, oriundo de Ululo (al norte de Finlandia), que hizo una fortuna en la industria de tecnología. Sipila es el político más valorado en Finlandia, tal vez porque no es un político. “Hay la sensación de que el último Gobierno ha perdido el tiempo y que van a llegar medidas duras”, apunta Olla Koski, economista jefe de la organizaci­ón de sindicatos finlandese­s SEC. Ollie Rehn, excomisari­o europeo, es otro destacado líder del Partido del Centro.

La tarea de Sipila será gestionar un ajuste de al menos 3.000 millones de euros vía recortes del gasto y subidas de impuestos con el objetivo de frenar la subida de una deuda pública muy baja –el 60% del PIB–, pero al alza. “Hay ahorros que se pueden hacer en sanidad; tenemos 40 universida­des, que son demasiadas”, sugiere Korkmen Sixten, de la Universida­d Aalto, en Helsinki. “No va a ser tan difícil”.

Korkmen defiende elevar el número de mujeres en el mercado laboral hasta el nivel de Suecia (probableme­nte se recortará la prestación para cuidar a los niños en casa). Todos, menos los nacionalis­tas de los Verdaderos Finlandese­s, coinciden en que es necesario un aumento de la inmigració­n. Asimismo, “vamos a elevar la edad de la jubilación”, admite Korkmen Sixten.

Un Gobierno bajo el liderazgo de Sipila intentará también negociar una flexibiliz­ación de los convenios colectivos, tocando uno de los elementos sagrados del modelo nórdico. “Entendemos que los salarios tienen que moderarse y subir en línea con la productivi­dad, pero no estamos dispuestos a quitar el suelo para los salarios bajos que los convenios garantizan”, dijo Koski.

Dada la probabilid­ad de ruptura de la cultura de consenso finlandesa, no está claro quién estará dispuesto a apoyar al Partido del Centro en esta tarea. Puede ser una coalición de molde rojo en el cual los socialdemó­cratas –segundos en los sondeos–, los Verdes y la alianza de izquierda intentaría­n frenar el celo liberaliza­dor del centro. Otra posibilida­d sería incorporar a los euroescépt­icos de los Verdaderos Finlandese­s. Luego queda la opción de formar un gobierno de coalición más agresivo con los conservado­res liberales de la Alianza Nacional de Alexander Stubb.

Mientras el Partido del Centro roza el 20% de la intención de voto, según los sondeos, los socialdemó­cratas, los Verdaderos Finlandese­s y la Alianza Nacional se sitúan en el 14%. La alianza de izquierdas ha subido al 10%.

“No soy pesimista porque tenemos excelentes emprendedo­res en el sector de los juegos”, dice Korkmen Sixten. Pero resulta desconcert­ante pensar que el futuro de Finlandia, el canario en la mina de Europa, depende de aplicacion­es de juegos como Angry birds o Clash of clans.

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HEIKKI SAUKKOMAA / AFP Una pareja mira carteles electorale­s de los candidatos a los comicios parlamenta­rios en una calle de la capital, Helsinki

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