La Vanguardia (1ª edición)

Rajoy y los 705 evasores

- Isabel Garcia Pagan

Seguro que son “seres humanos normales”, algunos pueden ser votantes pasados o futuros del PP, pero también son defraudado­res de Hacienda. La amnistía fiscal fue un regalo para 32.000 evasores que se envenenó al generar una lista de los 705 nombres de personajes que podrían haber incurrido además en blanqueo de capitales. Se trata de cargos públicos electos en diferentes niveles, altos funcionari­os del Estado, quien sabe si incluso magistrado­s y fiscales. De hecho, el de Rodrigo Rato sólo es el primer nombre política y empresaria­lmente relevante que se desvela de una lista gestionada con intereses no sólo judiciales.

El calendario electoral aprieta y las encuestas ahogan así que en el PP han pasado de los SMS y el “aguanta Luis” con el extesorero Bárcenas como destinatar­io, a despojarse públicamen­te de supuestos sentimient­os personales hacia el exvicepres­idente económico más elogiado. Sólo queda hacer de la necesidad virtud. El Gobierno de Mariano Rajoy tiene la obligación electoral de tapar nuevas vías de escape de ese coladero de votos en el que se han convertido las fuerzas políticas tradiciona­les, convertir el caso de Rato en una cuestión estrictame­nte privada –tanto o tan poco como el caso Pujol–, e intentar sacar partido del ocaso del ministro de milagro español, el icono económico del PP. El problema es presumir

El exvicepres­idente ha reventado la campaña de las municipale­s al PP y la de la renta a Montoro

de implacable sin reconocer que la sombra de ese ocaso no es sólo la de Rato sino que tiene orígenes diversos y hace tiempo que oscurece la imagen del partido.

El ministro de Hacienda insiste en público en que el procedimie­nto contra el exvicepres­idente es “ordinario” y se escuda en la confidenci­alidad de los datos tributario­s en todos los “países civilizado­s” para evitar poner luz rechazar peticiones de comparecen­cia y de comisiones de investigac­ión. El Gobierno quiere mostrarse firme ante los casos de corrupción, pero el mensaje no logra ir más allá del que cada palo aguante su vela. La regulariza­ción de la fortuna de Rato en el extranjero ha reventado la campaña de las municipale­s al PP y se ha convertido en una lamentable compañera de viaje de la campaña anual de la renta de la Agencia Tributaria.

Si Rajoy tenía previsto basar su discurso electoral en el nuevo milagro económico, se ha quedado sin referente, y con el único consuelo de que es mejor encajar el golpe ahora que en otoño en plena campaña de las generales. Además, a nadie se le escapa que la lista de los 705 evasores es una preciada presa que puede revolverse contra cualquier partido.

Con el nombre de Rodrigo Rato ya en la picota y la rueda judicial en marcha, el exvicepres­idente se ha quedado sin amigos ni conocidos entre quienes no tuvieron problema en rehabilita­rlo tras la crisis de Bankia. Pero ahora la sentencia de las urnas está al acecho y, ya que cualquier grado de crueldad es intolerabl­e, no tiene sentido ser sólo cruel a medias.

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