Antititulitis
Al final de los años ochenta y principios de los noventa, cuando le pedías a los padres qué querían que estudiaran sus hijos, la mayoría optaban por los estudios universitarios porque en el imaginario colectivo el éxito o su posibilidad –cuando menos el ascenso social– pasaba por la universidad.
Eso está cambiando radicalmente; se está produciendo un claro goteo incisivo y creciente de mensajes que van en sentido contrario y que hacen dudar de la utilidad o la necesidad de los estudios universitarios para situarse en la vida. Es decir, para situarse en el mercado. Hace tiempo que el conocimiento o la riqueza cultural que supuestamente proporciona pasar por la universidad no es una variable relevante en la mayoría, –para no decir todos– los escenarios de selección.
No podemos negar que los estudios universitarios ya no aseguran de la misma manera que años atrás el posicionamiento social. El año 2012-2013 los datos del Ministerio de Educación mostraban que el 40% de los titulados universitarios tenía trabajos de calificación inferior a sus estudios. No sólo porque el mercado ha cambiado con la crisis, también por un aumento del número de titulados, que hace que la competencia para los puestos de trabajo sea mayor.
Aparte de esta realidad que las familias ven y sufren, se ha puesto de moda poner énfasis en cuántos hombres –de mujeres, pocas– exitosos lo son sin haber pasado por la universidad. La última, por ejemplo, que un tercio de los multimillonarios, según datos para elaborar la lista Forbes, no tiene titula- ción universitaria. Eso la misma semana que el ministro García-Margallo ha soltado que se podrían considerar los estudios universitarios como un servicio no básico del Estado.
Con respecto a las declaraciones del ministro en referencia al “no caso” catalán ya estoy curada de espantos, pero con respecto a la educación, no. Los estudios superiores posicionan, todavía sin ningún tipo de duda, mejor a los ciudadanos ante el mercado y el Estado; lo que no necesariamente quiere decir que permitan el ascenso social. Pero especialmente, y dado que el ministro estaba en una universidad privada, que el Gobierno de un país no apueste por la educación superior implica directamente que uno de los caminos básicos para que disminuya la desigualdad social se cierra.
Y, seguro que a más de uno eso le interesa mucho.