La Vanguardia (1ª edición)

Barcelona, ciudad literaria

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El lunes (13 de abril) se celebró en el Saló de Cent de nuestro Ayuntamien­to un acto presidido por el alcalde Trias y el conseller de Cultura, Ferran Mascarell, para proclamar pública y solemnemen­te la candidatur­a de Barcelona a ciudad de la literatura de la Unesco. Me enteré por la crónica que Llucia Ramis publicó, al día siguiente, en la sección Cultura de este diario. Por lo que cuenta Ramis, estaban todos o casi todos. Amén del alcalde y del conseller, en la crónica aparecen el concejal de Cultura, Jaume Ciurana; la directora de la Institució de les Lletres Catalanes, Laura Borràs; Llucià Homs, del ICUB; Alex Susanna, director del Institut Ramon Llull; Vicenç Villatoro, director del CCCB; la directora de la bi- blioteca Mercè Rodoreda, Isabel Minguillon; Bel Olid, presidenta de la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana y premio Rovelló de ensayo sobre literatura infantil y juvenil; Marta Morros, en representa­ción de los traductore­s; Patrici Tixis, de los editores; Lluís Morral, de los libreros, y mi jefe y colega Sergio Vila-Sanjuan, director del suplemento Cultura/s de este diario y que fue comisario del año del Libro y la Cultura en el 2005. Y estaba también la estrella invitada: la señora Ali Bowden, de Edimburgo, que fue la ciudad que se inventó el título de Ciudad Literaria y que luego le compró la Unesco.

La señora Ali Bowden es la directora de Edimburgo Ciudad Literaria y acudió al Saló de Cent para apoyar la candidatur­a de Barcelona a formar parte de lo que la señora Bowden llama “una nueva familia” compuesta por once ciudades: Edimburgo, Melbourne, Iowa City, Dublín, Reikiavik, Norwich, Cracovia, Dunedin, Granada, Heidelberg y Praga. Así que, en el caso de que Barcelona sea aceptada por la Unesco, sería la primera capital del Mediterrán­eo que se convierte en “ciudad literaria”, pues ni Marsella, ni Nápoles, ni Palermo, ni Atenas… pertenecen a la familia. Al igual que el París de Balzac –“Maintenant, à nous deux!”–, el Londres de Dickens o la Viena de Stefan Zweig.

La señora Bowden fue entrevista­da por Xavi Ayén ( La Vanguardia, 14 de abril) y a la pregunta “¿En qué piensa usted cuando escucha Barcelona?”, la señora respondió: “En Vázquez Montalbán y su inspector Carvalho, por ejemplo, o también en Eduardo Mendoza”. Toma castaña. Me imagino la cara que debió de poner el alcalde Xavier Trias i Vidal de Llobatera al leerlo, si es que lo leyó. La señora Bowden cita dos autores y ninguno de ellos escribe en catalán (Mendoza es un escritor bilingüe, pero juraría que la señora Bowden cuando nombra al amigo Eduardo se refiere al autor de La ciudad de los prodigios. “Où es-tu donc, Barcelone, électrique, cité des prodiges? Où caches-tu ta vitalité?, escribe Vincent Borel en su novela Un Ruban Noir sobre la Barcelona techno-gay).

A un alcalde declaradam­ente independen­tista como el señor Trias i Vidal de Llobatera, el que la palabra Barcelona no sugiera a la señora Bowden un autor o un personaje de una novela escrita en catalán –Mercè Rodoreda, por ejemplo, o la Colometa, de La plaça del Diamant–, es algo que debe de sentarle como una bofetada, una bofetada literaria. Al menos, debe de pensar el alcalde, la señora Bowden podía haberse informado un poquito y, ante una pregunta tan inevitable como la que le hace el periodista, haber mencionado un autor en lengua catalana, aunque sólo fuese por cortesía a nuestra lengua, y más en el “momento histórico” que estamos viviendo.

De lo que se dijo el lunes en el Saló de Cent, lo más sensato, a mi modo de ver, fue lo que dijo el colega Sergio Vila-Sanjuán: “La cuestión no es si Barcelona puede acceder a la red de Ciudades Creativas –(que incluyen otras actividade­s además de la literatura y que está compuesta por 69 ciudades), dijo el amigo Sergio–, sino, ¿por qué si existe esta red, Barcelona no forma parte de ella?”. Dicho de otro modo: si somos la pera, y está claro que lo somos, ¿cómo es que todavía no formamos parte de la familia de las ciudades literarias? Yo diría más: Si Barcelona tuvo en su día, día aciago, los cojones de declararse ciudad “antitaurin­a”, ¿cómo no va a tenerlos para autoprocla­marse ciudad literaria diga lo que diga la Unesco?

Luego están las ventajas y los inconvenie­ntes. Empezando por el clásico: “I això qui ho paga?”. Porque habrá que crear una oficina y nombrar un director, ¿no es así, señor Villatoro? ¿Puede la literatura competir con Gaudí, con el Barça y con las tapas? En Ca-

¿Si somos la pera, cómo es que todavía no formamos parte de esta familia de ciudades? ¿Se cerrarán menos librerías? ¿Se rodará la gran película sobre la vida y milagros de Verdaguer?

sa Leopoldo, que es el restaurant­e de Pepe Carvalho, el pasado miércoles sólo había dos mesas ocupadas: la de mi peña, la Lamentable, y otra con un par de turistas. ¿Se abrirán más librerías o, si prefieren, se cerrarán menos? ¿Se rodará –producida, quien sabe si por Mediapro, promotora del museo Woody Allen– la gran película sobre la vida y milagros de mossèn Cinto Verdaguer? ¿Le darán de una puñetera vez la Creu, o la titola, de Sant Jordi al Pijoaparte?

P.S. El lunes (20 de abril), para celebrar el día del Libro, alrededor de la medianoche dejaré libros en la fuente de la Caputxeta, en paseo de Sant Joan, entre Rosselló y Còrsega. Habrá libros en inglés, francés, italiano, catalán y castellano, de esos que le gustan a la señora Bowden. Por cierto, ¿había alguna representa­ción de escritores catalanes que escriben en castellano en el acto del Saló de Cent? En la crónica de Llucia Ramis no aparece ninguno de ellos (salvo Sergio Vila-Sanjuán).

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XAVIER GÓMEZ Foto de familia en el acto de presentaci­ón de Barcelona como aspirante a ciudad literaria en el Saló de Cent
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