La Vanguardia (1ª edición)

‘León come gamba’

- @victoramel­a Víctor-M. Amela

ALBERTO. Qué bien lo ha hecho el casting de Masterchef (La 1, jueves noche) con Alberto, rutilante autor del plato de moda: León como gamba. Ni las esferifica­ciones de Ferran Adrià han dado la vuelta al mundo con mayor celeridad. Con León come gamba nace la anticocina, una cocina nueva en la que comer es lo de menos, en la que importa la experienci­a, una antiexperi­encia culinaria: no es un plato que se cocina o se come, es un plato del que se habla. Los jurados de Masterchef han hecho lo que debían: expulsar al joven y aflautado Alberto igual que expulsaron a Salvador Dalí los catedrátic­os de la Academia de Bellas Artes de San Fernando por pintar unas balanzas en vez del modelo que tocaba. León como gamba es la balanza de Alberto y ha sacudido Masterchef, las cartas de tapas, la televisión y las redes. Los airados y vehementes Jordi Cruz y Pepe Rodríguez, jurados de Masterchef, no podían aprobar León come gamba sin hundirse en la miseria: “Es un plato bobaina, una mofa”, han sentenciad­o. Aceptaron a Alberto entre los aspirantes a chef, pero aceptar León come gamba... hubiese dilapidado el prestigio de Masterchef a ojos de los popes de la cocina española, la primera cocina del mundo. León come gamba es más peligroso que una bomba de Al Qaeda. Un éxito televisivo... con un conflicto moral que sobrevino cuando Alberto rompió a llorar y anunció que abandonará la cocina, no se declarará a su novia, se encerrará en su cuarto para que nadie le vea y se apartará de sus sueños y de toda vida social. ¡Terror! ¡Una vida joven desgarrada por Masterchef! ¿Puede permitirse una televisión pública destruir a una persona? ¿Qué hacemos ahora? Televisiva­mente, el casting de Masterchef ha hecho bingo: Alberto es el personaje más mediático de la historia del programa... para jugar con él como hace siempre la televisión con sus muñecos (a cambio de visibilida­d y dinero). Pero... ¿y si al frágil Alberto le sucediese algo irreparabl­e? El programa sabía que el chico Alberto era delicado, inestable, pueril, vulnerable... Un adulto, sí, pero en el Estado social moderno todos somos un poco niños, como Alberto... Ahora, el Estado del Reino de España se encuentra ante la encrucijad­a moral de dejar caer en el vacío al joven Alberto o rescatarlo, no desahuciar­lo y habilitar alguna dación en pago televisual. Para evitar acusacione­s de impiedad y crueldad, Masterchef ya debe de estar buscando algún truco para rehabilita­r a Alberto sin dinamitar la marca España en el concierto de la cocina internacio­nal. A ver qué pasa... ‘ACACIAS 38’. Sigo en La 1, ahora con Acacias 38, estreno de la semana, serie folletines­ca de sobremesa, serial de tomo y lomo. Pretende pasar por un Arriba y abajo ibérico, con damas encopetada­s y sirvientas con pasado. Es una serie de época pretencios­a, previsible por las tramas, risible por la interpreta­ción y engolada en los diálogos. Funcionará en el sopor de la siesta, la entretendr­á con hijos secretos, amoríos imposibles, revanchas sociales, dramones de novelón. Los diálogos son lo más impostado, por su castellano inexistent­e, presuntame­nte decimonóni­co, con muchos “faenaré”, “porfiado”, “de guinda”, “no te amostaces”, “ni en mientes”, “ni de chanza”, “tontuna”, y siempre, para subrayar que estamos hace un siglo, dicen “mas” en vez de “pero”, mas no cuela este idioma inventado para la tele.

‘Masterchef’ busca la dación en pago para Alberto sin dinamitar la marca España en la cocina internacio­nal

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