Minúsculo mundo lector
Ciudad de México El minúsculo universo de mexicanos que tiene la lectura como hábito permanente (un 2% de la población) es globalizado y ecuménico. Consume ficción, poesía o ensayo, con cierta preferencia por los autores nacionales sobre los extranjeros. Aunque, como sucede en otras latitudes, el afi- cionado a los bestsellers sigue los éxitos mundiales de temporada.
En un país donde el 40% de sus ciudadanos no ha entrado nunca en una librería y al 67% no le gusta leer, el público fiel a la letra impresa tiene una clara predilección por la novela –que avasalla a la rima–, escoge narrativa histórica ( La sangre de los inocentes, de Julia Navarro) o prosa memorialista ( Adiós a los padres, de Aguilar Camín), y se inclina por las firmas consagradas frente a los nuevos valores. García Márquez, Pacheco, Murakami o Aguilar Camín mantienen su poder de convocatoria, junto a recién llegados como Zepeda Patterson o Wong. En las antípodas de la ficción, domina el sincretismo. Una mescolanza donde conviven el ensayo histórico o literario, piezas de autoayuda, recetarios de cocina, estudios académicos y tratados sociológicos. Una hazaña para un mercado demasiado angosto: cada mexicano lee en promedio 2,9 libros al año, frente a los 7,5 ejemplares que engulle un español o los 12 volúmenes que devora un alemán.