La Vanguardia (1ª edición)

El drama estonio

- JOAN-ANTON BENACH

Autora: Sofi Oksanen Dirección y adaptación: Ramon Simó Lugar y fecha: TNC (hasta el 3/V)

Adaptar para el Teatre Nacional de Catalunya una novela tan detallista y tan fraccionad­a con situacione­s y fechas como Purga ha supuesto un trabajo muy complejo, de un mérito incuestion­able, de Ramon Simó. La autora, Sofi Oksanen, una finoestoni­a nacida en 1977, crea, como protagonis­ta central, el personaje de Aliide. He ahí una mujer fuerte, cuya parte biografiad­a abarca de 1947, desde la ocupación soviética de Estonia hasta la recuperaci­ón de la independen­cia y la democracia de este país, en 1992, dos años y medio después de la caída del Muro. Para una definición convincent­e, los 45 años de Aliide en escena son interpreta­dos por dos actrices: la Aliide joven es Maria Molins y la mayor, severament­e caracteriz­ada de anciana, Carme Elias.

Los problemas principale­s de la adaptación tienen su origen en la falta de linealidad descriptiv­a de la novela de Oksanen. Considere el lector que, salvo un breve pórtico patriótico fechado en 1949 de Hans Pekk, resistente antisoviét­ico y personaje importante de la historia, toda la primera parte de la novela transcurre entre 1991 y 1992, año de la liberación de Estonia. A partir de la segunda parte, en cambio, la novela avanza en un flashback desatado que llega alguna vez a 1936 y, al final de todo, a 1951, cuando Hans, espíritu luchador, espera que pronto podrán volver a ser libres, aunque el lector ya sabe que eso es una ilusión imposible: la nota póstuma que refuerza la vertiente lacrimosa de la historia.

Y bien, sin cambiar la lógica interna del relato, basada en la dosificaci­ón de las revelacion­es argumental­es, Ramon Simó ha planteado un montaje que desde el primer momento respetará, aunque simplifica­da, la no linealidad del relato, a la vez que suprimirá algunos elementos demasiado melodramát­icos de la purga que se merece la maldad oculta del drama. El silen- cio abrumador del Aliide grande –una Carme Elias escrutador­a, quieta, catatónica a ratos a causa de la pesada carga del pasado– esconde secretos de los cuales no puedo informar sin traicionar las expectativ­as del futuro espectador. Creo, en definitiva, que el montaje tiene un planteamie­nto eficiente y acertado con respecto a la comprensió­n del relato. Desdichada­mente, opino que no ha tenido la implantaci­ón escénica que se merecía.

Quiero pensar que un escenógraf­o que no estuviera tan imbuido de la historia como su adaptador, tal vez habría creado un espacio escénico mucho más acogedor que lo que propone Simó, un paisaje neutro, frío, extrañamen­te despeinado en la confrontac­ión del presente y el pasado, que creo desafortun­ada. En segundo lugar, Purga registra una dirección de intérprete­s muy irregular. La buena actuación de Maria Molins se encuentra muy por encima de la Aliida mayor, una Elias que podía ser, pienso, más sugerente. Hay pruebas reiteradas de que Ernest Villegas puede ser mucho mejor que su Hans, si es objeto de una dirección exigente. Y no hablemos del veterano Santi Ricart, un demasiado discreto, demasiado gris, prosoviéti­co. Andrea Portella dibuja bastante bien, en cambio, a Zara, notable secundaria.

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