Àlex Rigola
DIRECTOR TEATRAL
Àlex Rigola se ha lanzado a adaptar Incerta glòria, la enorme novela de Joan Sales sobre la Guerra Civil, que en sus manos ha quedado reducida a un montaje de tres horas y media. Un espectáculo en el que se ha implicado personalmente.
Es uno de los grandes estrenos de la temporada del Teatre Nacional de Catalunya aunque se produzca en la Sala Petita. De hecho, el director del TNC, Xavier Albertí, le propuso a Àlex Rigola realizar el montaje en la Sala Gran del teatro de Glòries, pero Rigola, ex director del Lliure y actual director de la Bienal de Teatro de Venecia, prefirió un espacio más recogido para su particular versión de la gran novela de la Guerra Civil española: Incerta glòria, de Joan Sales, cuyos inolvidables personajes ganarán corporeidad a partir de esta noche y hasta el 14 de junio gracias a Pau Roca –el inasible y misterioso Juli Soleràs, al que siempre se ve en la novela a través de los ojos de los demás–, Nao Albet –el teniente Lluís– y Marcel Borràs –el seminarista Cruells–, los tres jóvenes amigos que van a la guerra al frente de Aragón –todos ellos huérfanos que han crecido con sus tías–, acompañados además en escena de Mar Ulldemolins –Trini, novia de Lluís– o Aina Calpe, como la seductora Carlana. Unos actores que, recuerda Rigola, suponen para él trabajar por primera vez con protagonistas de una nueva generación, acostumbrado a llevar en sus montajes a gente de la suya, como Joan Carreras, quien aquí es el doctor Puig.
Un Joan Carreras que formó parte de aquel monumental y poderosísimo espectáculo de Rigola titulado 2666, basado en la novela homónima de Roberto Bolaño y con el que resulta inevitable imaginar conexiones escénicas con Incerta glòria, aunque esta sea mucho más “breve”: Rigola ha reducido la en todos los sentidos enorme novela de Sales a tres horas y media con dos entreactos incluidos. Un Rigola muy implicado personalmente con la obra: “Es una historia que para mí comienza hace muchos años, y no con la lectura de Incerta glòria sino pa- sando las vacaciones con mis abuelos en Castelldefels. Quiero creer que el camping por donde pasábamos es donde trabajó Bolaño un tiempo. Mi abuelo me explicaba entonces la Guerra Civil por fascículos. Desde que estuvo con las Briga- das Internacionales y en el frente del Ebro a cuando huyó del campo de concentración de Argelès”.
Historias que Rigola lleva dentro y con las que hace diez años pensó montar un espectáculo. Pero leyó la obra y vio que le daba “mucho más”. “En cierto momento de la adaptación llego a pensar que la Guerra Ci- vil fue un catalizador para que estos personajes se hagan peguntas sobre la existencia que normalmente te haces tras el ecuador de la vida. La novela se me lleva por sus tensiones dramáticas, sus diálogos, por cómo muestra la Guerra Civil en el frente y en la retaguardia, que es justo lo que me explicaba mi abuela de cómo la vivió ella. Es una novela que no te acabas, que abre muchos temas, hay escenas de acción, debate, reflexión”. “Hay mucha filosofía, de Kierkegaard, mostrando a un individuo que puede escoger y eso le produce angustia”, dice, y apunta que en las cartas de Sales a Màrius Torres están “los mismos pensamientos, historias, personajes y a veces los mismos nombres que en Incerta glòria”. “Kierkegaard fue el primer filósofo que partió de él para explicarse filosóficamente y Sales parte de sus vivencias para ficcionalizarlas” y convertirlas, concluye, “en una historia épica, un gran viaje, ahora también para el público”.
Rigola ha reducido la en todos los sentidos enorme novela de Sales a tres horas y media con dos entreactos