Histórico apretón de manos
El príncipe Carlos y Gerry Adams escenifican la reconciliación en Irlanda
La realeza británica no se prodiga a la hora de expresar los sentimientos. Pero en este caso más que nunca, tan sólo el príncipe Carlos sabe lo que pasó por su corazón y por su cabeza al estrechar la mano del líder del Sinn Fein, Gerry Adams, que era ya un importante dirigente del movimiento republicano irlandés cuando el IRA asesinó en 1979 a su padrino y tío abuelo, lord Mountbatten, virrey de India.
Fuera los sentimentalismos y viva la reconciliación. El heredero de la corona británico y el po- lémico político (y exdirigente terrorista) de la República de Irlanda se miraron a los ojos, chocaron esos cinco y charlaron durante un cuarto de hora, de manera aparentemente cordial, en un acto con otras 60 personas en la Universidad Nacional de Galway, al comienzo de una visita oficial de cuatro días de Carlos y Camila, duquesa de Cornualles, a la isla vecina, que se independizó hace poco menos de un siglo.
Dicen que el tiempo cura las heridas, y 36 años son en cualquier caso muchos años, los suficientes como para pasar página. Desde el punto de vista de la casa real inglesa, se trataba de acabar de normalizar las relaciones con la República de Irlanda, duramente marcadas por la colonización, la guerra civil, la partición del país y la campaña terrorista, de la que el asesinato de lord Mountbatten fue uno de los capítulos cruciales. Desde la perspectiva de Adams, el objetivo era “desintoxicar” la imagen del Sinn Fein entre los votantes de clase media de cara a las elecciones generales del año que viene, en las que el grupo republicano podría obtener los mejores resultados desde que cambió los rifles por las urnas.
Simbolismo puro y duro. “Hemos hablado –explicó Adams– de la necesidad de hacer avanzar aún más el proceso de paz para resolver las injusticias del pasado”. Irlanda del Norte ha recorrido un largo trecho desde la firma de los acuerdos de Viernes Santo en 1998, pero sigue siendo una tierra convulsa y atormentada, con una sociedad dividida por la religión, la política y el tribalismo, barrios segregados de católicos y protestantes, compañías diferentes de taxis para unos y otros, y muros con puertas de metal blindado y alambre de púas que paradójicamente se llaman barreras de la paz. Todavía hoy, en la Crumlin Road unionista o el Andersontown republica- no, se corren subrepticiamente los visillos de las cortinas ante la presencia de un forastero.
El encuentro del exdirigente del Consejo Armado del IRA (un papel que nunca ha confirmado oficialmente) y del hijo mayor de la reina Isabel no estuvo exento de polémica, porque no a todo el mundo –en un bando y en el otro– le parece que el perdón y la reconciliación sean una buena idea, o que haya pasado el tiempo suficiente para ellos. Varias decenas de personas se manifestaron en Derry contra la amistosa reunión de ambos personajes,