La Vanguardia (1ª edición)

‘Les indignés’

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Ada Colau presumió ayer del apoyo de 300 intelectua­les a su candidatur­a para la alcaldía de Barcelona. Singularme­nte, del maragallis­mo: gráfico (Javier Mariscal), político (el exconselle­r Josep Maria Vallès) y artístico, incluidos nombres de bandera de la movida madrileña (Santiago Auserón). Mariscal, el padre de Cobi, el simpático perrito del 92, entre el pop pálido-línea clara y el poscubismo deconstrui­do –el perrito–, lo dejó bien claro: la candidata de BComú recoge el testigo del alcalde olímpico, encarna “el espíritu de Maragall”. Junto a nombres de postín anclados en la divina izquierda local, de filiación psuquera revolucion­aria, Colau también suma –gracias, Joan Herrera– lo más granado del progresis- mo intelectua­l allende los mares (léase Noam Chomsky, un clásico viviente superado hace décadas pero no por ello menos clásico) y de la izquierda europea anticapita­lista actualment­e actuante (Ska Keller, del Partido Verde Europeo, Stavros Karagounis, de Syriza, o Jean-Luc Mélenchon, del Front de Gauche –quien, por cierto, dice unas cosas horrorosas de la señora Merkel: yo de él me andaría con cuidado–).

¿Qué está pasando al sur de los Pirineos? La agencia France Presse lanzó ayer un teletipo que situaba a “les indignés” a las puertas de la alcaldía de Barcelona. Desde luego, la alcaldable de BComú no ha abandonado los extremos, que para eso sigue siendo la líder carismátic­a de la PAH (grave error, Mariano, lo de hacer mártires a golpe de banderón) y, desde ayer de los antiMovist­ar, en una campaña a la que se sumaron María José Lecha (CUP) y, atención, Alfred Bosch (ERC). Pero, al entrar en la recta final del 24-M, Colau se está acercando a la zona templada a golpe de manifiesto maragallis­ta. Ese centro de la izquierda, el maragallis­mo, que, además de todo lo demás que nadie le niega, funcionó la mar de bien como freno y dique de contención del nacionalis­mo pujolista –hoy transmutad­o en soberanism­o masista– desde el otro lado de la plaza Sant Jaume. Colau voto sí-sí el 9-N, como Trias, pero ella tampoco es indepe, y, si lo fue, desde ayer está perdonada. Me lo dijo ayer uno del PP: “Ojalá gane”.

Otrosí, y como todo el mundo sabe, Pasqual Maragall fue alcalde –y presidente de la Generalita­t– por un partido que tan sólo hace cinco años cortaba el bacalao en absolutame­nte todos los niveles de gobierno aquí y en la China popular: el PSC. Colau lanzó ayer su opa maragallis­ta en la cara de Jaume Collboni y Miquel Iceta, que, federalmen­te abrazados al amigo Pedro Sánchez, intentaron dar lo mejor de sí mismos en el Fòrum universal de las viejas fraternida­des.

Colau se acerca a la zona templada, el centro de la izquierda, a golpe de manifiesto maragallis­ta

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