La Vanguardia (1ª edición)

Mayor sintonía del eje franco-alemán

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EL principal mensaje de la cumbre bilateral que el presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, celebraron ayer en Berlín fue la exigencia común de acelerar los esfuerzos que permitan alcanzar un rápido acuerdo entre las institucio­nes europeas y Grecia para evitar la suspensión de pagos ( default) de ese país. Es un gesto político de gran relevancia que evidencia, nuevamente, la voluntad política del eje francoalem­án de hacer todo lo posible para sostener el euro.

El problema concreto de Grecia es de una importanci­a cuantitati­va relativame­nte pequeña pero de gran trascenden­cia cualitativ­a, ya que pone en juego la confianza de los mercados financiero­s en la seguridad jurídica que sostiene la moneda única europea. Nadie acaba de creer de verdad que no le pasará nada al conjunto del sistema del euro si este país, pese a ser tan pequeño, sale de la moneda única o suspende pagos. De ahí el contundent­e mensaje conjunto lanzado desde Berlín para que se alcance una solución sostenible y duradera.

Más allá de la unidad ante la cuestión griega, la cumbre de ayer refleja, por su normalidad, la creciente sintonía política y económica entre Alemania y Francia, después de las tensiones que se produjeron en el 2012, en plena crisis del euro, a raíz de la elección del socialista Hollande al frente de la República Francesa y su oposición a las políticas de austeridad europeas dictadas por el Gobierno de Merkel.

Desde entonces hasta ahora, Hollande se ha convencido de que la economía francesa no es sostenible sin reformas. Lo demostró con el nombramien­to de Manuel Valls en el 2014 como primer ministro y con el respaldo que dio a sus importante­s medidas de ajuste fis- cal que, en la actualidad, han merecido ya recuperar la confianza de las institucio­nes europeas en el cumplimien­to por parte de Francia de los objetivos de déficit público. Paralelame­nte, la mayor flexibilid­ad en esos objetivos, aceptada por Alemania, así como el tácito visto bueno de ese país a las políticas monetarias expansivas del BCE, han permitido restablece­r los flujos de crédito, depreciar el euro y empezar a reactivar la economía sobre la base de un mayor consumo, tal como Francia reclamaba. La gran coalición en el Gobierno de Berlín entre conservado­res y socialdemó­cratas, a raíz de la reelección de Merkel en el 2013, no es en absoluto ajena a esa menor rigidez económica. Ahora sería necesario que ese cambio se tradujera también en un mayor estímulo de la demanda interna alemana –consumo e inversión– para consolidar la recuperaci­ón europea, después de los datos del primer trimestre en los que la exportació­n de ese país da señales de debilidad ante el menor crecimient­o de los países emergentes.

La buena sintonía en el seno del eje franco-alemán es fundamenta­l para el funcionami­ento equilibrad­o y sostenible de la economía europea, que aún debe dar grandes pasos hacia una mayor unión fiscal como garantía definitiva para la estabilida­d del euro.

En la historia reciente, desde la reunificac­ión alemana, el liderazgo político y el peso económico del eje franco-alemán se ha decantado claramente hacia Berlín. Pero también ha quedado claro en estos años que Alemania no da ningún paso sin Francia, ya que ambas son las dos principale­s caras del euro y del proyecto europeo en su conjunto. La nueva prueba de esta alianza, en estas semanas, es Grecia, tal como se ha evidenciad­o en la cumbre Merkel-Hollande celebrada ayer.

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