La Vanguardia (1ª edición)

La ambición de crecer

-

Qué efectos ha tenido la crisis sobre el estado anímico y el espíritu del empresaria­do catalán? ¿Lo ha amedrentad­o o lo ha fortalecid­o? ¿Lo ha vuelto más proteccion­ista o más ambicioso? Responder a esta cuestión es importante. No sólo por sus implicacio­nes empresaria­les y económicas, sino por los efectos de todo tipo que esta reacción empresaria­l tendrá en el futuro.

Las grandes crisis económicas son fenómenos culturales muy complejos. La historia nos dice que en muchas ocasiones dan lugar a un repliegue hacia dentro, tanto económico como político y cultural. La crisis de finales del siglo XIX trajo el proteccion­ismo y la restauraci­ón canovista. Lo mismo ocurrió con la gran depresión de los años treinta y la autarquía económica, política y cultural. ¿Qué ocurrirá ahora, especialme­nte en el ámbito de la pyme, más propenso a reacciones de repliegue y el que más ha sufrido la caída de la demanda interna y el endurecimi­ento de las condicione­s financiera­s?

Mi impresión es que, después del primer momento de zozobra, en el mundo de la pyme se va extendiend­o el sentimient­o de que crecer y mirar hacia fuera es determinan­te.

La señal más reciente la he encontrado la semana pasada en un acto organizado por Pimec, la organizaci­ón empresaria­l presidida por Josep González. El acontecimi­ento fue toda una declaració­n de intencione­s respecto de la necesidad de crecer. Aunque el título de la jornada parecía alimentar alguna duda al preguntars­e “La pime: ¿crecer para competir?”, el contenido del acto fue toda una declaració­n de intencione­s.

En un documento titulado La dimensión de la empresa catalana presentado en la jornada, la Pimec menciona ocho razones a favor del crecimient­o: 1) Economías de escala; es decir, reducción del coste medio del producto a medida que aumenta el tamaño; 2) Mayores niveles de productivi­dad por trabajador (VAB); 3) Mayor especializ­ación del personal; 4) Más capacidad

A. COSTAS, de innovación, tanto tecnológic­a como no tecnológic­a; 5) Más internacio­nalización y acceso a los mercados; 6) Mayor capacidad de inversión y mejor acceso a la financiaci­ón; 7) Mejor capacidad negociador­a con los proveedore­s. Estos siete atributos se resumían en un octavo: mayor rentabilid­ad.

El documento no se limita a enunciar esos hipotético­s beneficios, sino que aporta datos procedente­s de las propias empresas de Pimec. A mi juicio, son especialme­nte ilustrativ­os los relativos a la productivi­dad y a los salarios.

Si medimos la productivi­dad por el VAB por empleado, las empresas sin asalariado­s producen un VAB que no llega a los 40.000 euros. La microempre­sa, unos 50.000 euros. La pequeña, sobre los 60.000 euros. La mediana, unos 70.000 euros. Y la gran empresa entre las pymes un poco más de 80.000 euros de VAB por trabajador. Como se ve, es como subir por una escalera: a medida que se aumenta de tamaño, se asciende un peldaño de la productivi­dad.

Lo mismo ocurre con los salarios. Si los medimos a través de los costes laborales por hora efectiva trabajada, el informe ofrece estos datos: 16 euros por hora en la empresa de entre 1 y 49 trabajador­es; 21 euros/hora en las que tienen entre 50 y 199 trabajador­es; y 23 euros/hora en las de más de 200 empleados. De nuevo, un efecto escalera.

Como vemos, el crecimient­o es un atributo que rinde beneficios, tanto para la empresa como para la sociedad. Por tanto, hay muchas razones para fortalecer la ambición de crecer. ¿Qué es, entonces, lo que la frena? Entre otros, en el informe se mencionan dos factores que creo de interés comentar.

Uno es la posible pérdida de control de la empresa cuando se toma la decisión de crecer. Pero esto es más un tópico, una leyenda urbana, que una realidad. Fíjense en un dato revelador: las grandes empresas catalanas, algunas de ellas centenaria­s, siguen controlada­s por el núcleo familiar: Puig, Freixenet, Roca, Catalana Occidente y muchas más.

El informe cita otro factor en el que sí estoy de acuerdo. Se trata de la desaparici­ón de algunos “privilegio­s” de ser pequeños.

Uno de ellos es el relacionad­o con las ventajas administra­tivas y las ayudas públicas a las que se deja de tener derecho cuando se crece. Pero esto es una perversida­d. Esto induce al liliputism­o empresaria­l. Los empresario­s tienen todo el derecho a decidir el tamaño de su empresa. Lo que es más discutible es que la decisión de no crecer venga determinad­a por las ayudas públicas. Las pequeñas y medianas empresas necesitan una política de discrimina­ción positiva, pero no para favorecer el enanismo empresaria­l sino para fomentar la ambición de crecer.

A diferencia de las personas, las empresas nacen, crecen, envejecen y… pueden reinventar­se. Esta última posibilida­d depende crucialmen­te del tamaño. Lo que ayuda a ser pequeño también contribuye a la mortalidad. Es la enseñanza que nos ofrece esta crisis: cuanto más pequeño mayor probabilid­ad de perecer en medio de la tormenta. La ambición de crecer es un seguro contra el naufragio en tiempos de tempestad.

 ?? ÓSCAR ASTROMUJOF­F ??
ÓSCAR ASTROMUJOF­F

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain