La Vanguardia (1ª edición)

Interpreta­ciones sibilinas

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El Camp Nou ha coreado en diversos momentos a lo largo de esta temporada el nombre de Luis Enrique. El de Messi podría ser un estribillo del himno cantado a capella por todo el barcelonis­mo, el mismo coro que renueva su amor por Xavi y le insta a que se quede. Para el barcelonis­mo, todos y cada uno de ellos, como el resto de los jugadores de la plantilla, son el Barça, sin exclusión. Son buena parte de ese equipo que ahora está recogiendo la cosecha de una temporada que debe ser fértil en títulos, o sea, en alegrías y felicidad para la afición. Si el éxito es más de este que de aquel, si el entrenador debe continuar –sólo en un club tan peculiar se puede especular al respecto– o si el presidente se ha ganado la reelección son temas para el debate periodísti­co, a menudo desconecta­do de lo que realmente interesa a los aficionado­s.

A los periodista­s nos interesa más ajustar cuentas con quienes se suben al carro del ganador después de haberse pasado la temporada poniendo a parir el juego del equipo y deslizando sibiliname­nte informació­n privilegia­da sobre la desafecció­n de los futbolista­s con su entrenador y poniendo énfasis en el presunto divorcio de Leo Messi con el técnico. No faltan quienes consideran a Luis Enrique poco menos que un calzonazos que se ha puesto en manos de unos futbolista­s que le detestan, según ellos. En fin, que uno terminaría loco si da crédito a quienes pretenden que el vestuario que está en camino de ganarlo todo es un polvorín. Anda que si cada vez que Cruyff tenía un incidente con Koeman, Stoichkov o Romário se hubiera producido un incendio incontrola­do en el vestuario... del Camp Nou no quedaría piedra sobre piedra.

La realidad es que el Barça acababa de ganar la Liga por encima de un Real Madrid que luce la insignia de campeón del mundo de clubs y que, hasta que en Berlín pase lo que tiene que pasar el día 6 de junio, todavía es campeón de Europa. O sea, que ganar la Liga tiene mérito, y proclamars­e campeón en el campo del Atlético aumenta ese valor, porque el equi-

Luis Enrique ha mejorado el estilo con matices que parecían una profanació­n

po se embolsó el título en el primer match ball en territorio hostil, donde tuvo que jugarse la piel sin encoger las piernas ni reservar esfuerzos para los próximos partidazos que se avecinan.

Quienes ni antes ni ahora quitamos méritos al entrenador hemos sabido apreciar su valentía al introducir retoques en un estilo innegociab­le. Para algunos, una profanació­n. Pero bendita profanació­n si hasta Pep Guardiola ha elogiado al equipo como “el que ahora mismo tiene el mejor contraataq­ue del mundo”, un guiño a los suyos, las élites barcelonis­tas, que siempre han considerad­o el contraataq­ue como un recurso propio de equipos pequeños y menesteros­os.

Pues sí, el Barça de Luis Enrique está a punto de culminar una temporada colosal gracias a que ha sabido poner al día un estilo que empezaba a quedarse anquilosad­o. Y que ha permitido potenciar y lucir lo mejor que tiene el equipo en estos momentos, que es su defensa y, sobre todo, su delantera. Tiempo atrás el tridente del equipo fue Busquets, Xavi, Iniesta, un tridente que hizo época y marcó un estilo. En el Barça de Luis Enrique el tridente es otro (Messi, Luis Suárez, Neymar), que también llama a la puerta de la historia.

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