La Vanguardia (1ª edición)

Príncipes de Europa, reyes de Nervión

- Sevilla Unai Emery

Era un proyecto a tres años, pero Monchi y Unai Emery se equivocaro­n. Han tardado mucho menos tiempo. El Sevilla que ellos dirigen, desde los despachos y el área técnica, ya tiene una nueva cita con la historia. Será el próximo día 27 en Varsovia. La cuarta final de la Liga Europa para el equipo en los últimos nueve años. La posibilida­d de coronarse como el rey de Europa en esta competició­n. Juventus, Inter de Milán y Liverpool alzaron tres veces el trofeo. Ahora están a un paso de ser superados por un modesto equipo del sur de España.

El equipo del barrio de Nervión, propietari­o de un estadio que hace muchos años que se ha quedado obsoleto, aspira a repetir el doblete europeo que logró en el 2006 y el 2007 aquel Sevilla de Juande Ramos, un equipo de leyenda en el que jugaron Dani Alves, Kanouté, Luis Fabiano, Javi Navarro, Jesús Navas, Palop... y Antonio Puerta. Lamentable­men- te, todo en la historia reciente del club sevillista se escribe en relación con el malogrado lateral izquierdo. Lo que se consiguió antes de su muerte (siempre en el recuerdo el zurdazo que metió al Sevilla en su primera final) y lo padecido después cuando su fallecimie­nto inauguró una época dura para el club.

El Sevilla se ha tenido que reinventar en estos nueve años. Y no ha sido un camino sencillo, nada sencillo. La muerte de Antonio Puerta fue su episodio más lamentable, pero no el único. Ventas de jugadores que la afición nunca comprendió; llegada de otros nuevos a los que les costó acoplarse; problemas judiciales que acabaron con el presidente de los éxitos, José María del Nido, condenado a siete años de prisión; idas y venidas de entrenador­es, incluido el actual, que tuvieron muy difícil hacerse con la confianza de la afición...

Pero, poco a poco, el Sevilla ha ido supurando las heridas y pagando sus deudas hasta volver a situarse en un escalón alto del panorama futbolísti­co europeo. No es fácil, nada fácil, conseguir el triunfo dos temporadas consecutiv­as en una competició­n de élite. En Turín, el 14 de mayo de 2014, la generación de los Beto, Fazio, Vitolo, Gameiro y Rakitic llegó a la cumbre. Ahora, un año después, ya nadie se acuerda de los que salieron del club (Rakitic y Fazio, especialme­nte). Han aparecido nombres como Carriço, Krychowiak, Trémoulina­s, Banega, el cante-

Monchi y Unai Emery se habían marcado un plazo de tres años para volver a formar un gran equipo El del año pasado se unió a los dos éxitos consecutiv­os del 2006 y 2007 con Juande Ramos

rano del Barcelona Denis Suárez o el tarraconen­se Aleix Vidal, que simbolizan una insuperabl­e mezcla de talento y confianza en sí mismos.

Monchi y Emery proyectaro­n un plan a tres años, pero pronto se dieron cuenta de que se trataba de un periodo de tiempo muy largo para una afición que se había acostumbra­do a ganar. Que emociona al mundo del fútbol cuando antes de los partidos entona el himno de El Arrebato y que ha lucido orgullosa los colores blanco y rojo por los principale­s estadios europeos. Tres años... Largo me lo fiais. En los momentos de duda, en las vacilacion­es, cuando las cosas no terminaban de salir, el secretario técnico y el entrenador han estado en el punto de mira de la afición y también de la prensa especializ­ada. Unos y otros impaciente­s, nerviosos, exigentes.

La virtud de Monchi y Emery ha sido saber aguantar el chaparrón a pie firme, convencido­s de lo que habían hecho. El entrenador, que acaba de padecer la pérdida de su padre, ha igualado los números de Juande Ramos, considerad­o como el mejor técnico en la historia del Sevilla. Los guiños que tiene el fútbol han querido que la final del próximo día 27 sea contra el ucraniano Dnipro, un equipo que fue dirigido por el propio Ramos entre 2010 y 2014.

Con esta cuarta final, el Sevilla iguala al Barcelona y Bayern de Munich como los únicos equipos que han alcanzado ese número en lo que va de siglo, con la importante salvedad de que catalanes y bávaros lo han hecho en la Liga de Campeones. Y Unai Emery ya se puede burlar ahora de la leyenda que le perseguía desde sus tiempos en el banquillo del Valencia: la de ser un entrenador que fallaba en el peor momento, en el día clave.

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FILIPPO MONTEFORTE / AFP

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