La Vanguardia (1ª edición)

Un gesto de reconcilia­ción

- Màrius Carol DIRECTOR

EL 27 de agosto de 1979, lord Louis Mountbatte­n salió en su yate, el Shadow V, con varios miembros de su familia. El tío de la reina Isabel II, que había sido el último virrey de India, pasaba cada año parte de sus vacaciones en el condado irlandés de Sligo, en Mullaghmor­e, casi en la frontera con Irlanda del Norte. Cuando se encontraba a poca distancia de la costa, después de haber pasado un día pescando langostas en alta mar, un comando del IRA hizo estallar una carga explosiva colocada en la embarcació­n, que fue activada a distancia. Además de lord Mountbatte­n, murieron su nieto de catorce años y un amigo de quince. Al día siguiente falleció como consecuenc­ia de las heridas la consuegra del diplomátic­o, la baronesa viuda de Brabourne. Era la primera vez que el IRA asesinaba a un miembro de la familia real británica.

Ayer Carlos de Inglaterra rindió un emotivo homenaje a su tío abuelo en Sligo, al tiempo que declaraba que en aquel momento era incapaz de imaginarse que un día podría llegarse a un acuerdo para pasar página a tantos años de violencia en Irlanda del Norte. La visita era la continuaci­ón del histórico apretón de manos entre el príncipe de Gales y el líder del Sinn Féin, Gerry Adams, que era un destacado dirigente del movimiento republican­o irlandés cuando el IRA mató a su padrino. El martes, al encontrars­e uno frente al otro, se miraron a los ojos, se dieron la mano y hablaron durante quince minutos.

La política es también el arte de administra­r los gestos y en 24 horas se ha dado un nuevo paso en la reconcilia­ción entre comunidade­s en Irlanda del Norte, diecisiete años después de los acuerdos de Viernes Santo. Las heridas todavía siguen abiertas, hasta el punto de que ha habido manifestac­iones contra el encuentro, pero la fuerza del gesto invita a la esperanza.

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