La Vanguardia (1ª edición)

Financiaci­ón autonómica

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Entre las ofertas electorale­s registrada­s en la campaña electoral han menudeado los compromiso­s de bajar impuestos en el ámbito municipal, en especial por candidatos del PP. No ha habido, en cambio, un debate digno de tal nombre sobre financiaci­ón autonómica, a pesar de que también se celebran comicios en la mayoría de las comunidade­s. La excepción ha sido la del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que ha propuesto la desaparici­ón del sistema fiscal específico del País Vasco y Navarra, el concierto y el convenio, y la integració­n de las dos comunidade­s en el régimen común.

Rivera, que sigue en esta cuestión los pasos de UPyD, que desde hace tiempo defiende esa misma idea, se juega con la propuesta buena parte del apoyo que su partido pudiera tener en Euskadi o Navarra, donde la cuestión de la Hacienda y el régimen fiscal propios cuentan con un aval social unánime. En Pamplona, el PP ha reaccionad­o rápido atacando la propuesta de Rivera. Era una oportunida­d golosa para evitar la fuga de cualquier voto hacia Ciudadanos y no han querido perderla.

Los partidos y las institucio­nes tienen pendiente la revisión del actual modelo de financiaci­ón autonómica que tenía que haberse realizado para 2014, pero que se ha retrasado. Las voces que han reclamado el cambio se han oído toda la legislatur­a y han procedido de comunidade­s de todos los colores políticos, desde Aragón o Valencia, gobernadas por el PP, a Andalucía o Canarias, gestionada­s por el PSOE y Coalición Canaria, respectiva­mente. Todas ellas y otras más se consideran perjudicad­as. Y qué decir del malestar catalán con el modelo que en el 2009 se aprobó con la bendición de quienes entonces gobernaban en Catalunya.

Cuando se afronte la renovación, Rivera tendrá la oportunida­d de poner encima de la mesa su propuesta, a la vista del papel que las encuestas anuncian para su partido. No va a encontrar, sin embargo, muchos apoyos para sacarla adelante, ni en el PP, partido que, con José María Aznar en la presidenci­a, aprobó el carácter indefinido del concierto, ni en el PSOE. Suprimir el concierto no va a conseguir el menor respaldo en los dos grandes partidos, pero otra cosa es la determinac­ión del Cupo, la cantidad que el País Vasco debe pagar anualmente al Estado. Ahí tendría que haber margen para la discusión, aunque a Iñigo Urkullu no le guste porque, al final, eso se traduciría en tener que pagar más.

Los nacionalis­tas vascos se han mostrado distantes cuando desde las institucio­nes catalanas han planteado cuestiones relacionad­as con el cambio de financiaci­ón. Con actitud fría les han deseado éxito, siempre y cuando el cambio no interfiera en el modelo vasco.

Rivera no va a encontrar muchos apoyos para la desaparici­ón del concierto vasco y el convenio navarro

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