Manos quietas
Las periodistas francesas proponen identificar a los políticos autores de trato discriminatorio y vejatorio hacia estas profesionales
París. Corresponsal
Hace dos semanas, cuarenta conocidas periodistas francesas publicaron el manifiesto Manos quietas, que fue portada en el periódico Libération, denunciando el trato sexista que reciben frecuentemente de los políticos. Ahora, el partido ecologista francés Europe Écologie-Les Verts propone consecuencias prácticas: que se divulguen los nombres de los faltones. El partido propone a las periodistas que identifiquen ante su dirección “eventuales actitudes sexistas de electos ecologistas”, a fin de proceder a “sanciones” cuando las denuncias sean comprobadas.
“El miedo a ser denunciado públicamente es la única amenaza que permitiría hacer evolucionar los comportamientos”, explica Hélène Bekmezian del diario Le Monde, una de las firmantes del manifiesto, que pretendía denunciar más “un ambiente” que a las “diez o quince” personas descritas por la denuncia.
Entre los comentarios expuestos, el manifiesto contaba el caso de un consejero ministerial no identificado que al regreso de las vacaciones preguntaba a las periodistas si su moreno era “verda- deramente integral”, o el de un “amigo del presidente” que “considera el interés de las periodistas según la figura de su busto”, pasando por todo tipo de comentarios, proposiciones e insinuaciones de mercadeo de información a cambio de atención.
“Creíamos que tras el escándalo Strauss-Khan” –el obseso líder socialista y exjefe del FMI temido por todas las periodistas ya mucho antes del asalto a la camarera de Nueva York que puso fin a su carrera– las costumbres machistas estaban en vía de extinción, pero mientras la política esté mayoritariamente en manos de hombres heterosexuales mayormente sexagenarios, nada cambiará”, decían.
Las mujeres periodistas presentaban las condiciones de su trabajo como “muy privilegiadas en comparación a la mayoría de las francesas”, pero “el hecho de que esas prácticas idénticas a las que se dan cada día en la calle, las fábricas o las oficinas, impliquen a los cargos electos de la República encargados de elaborar la política, nos lleva a denunciarlas”, decían.
La observación es muy atinada, según se desprende del informe que el gobierno francés recibió el pasado marzo a partir de una encuesta sobre una muestra de 15.000 mujeres. El 80% de ellas se declaraban víctimas crónicas de prácticas sexistas, y describían un abanico de agresiones que comienzan por detalles como ser abordadas por el nombre de pila (en Francia la distancia entre el “tú” y el “usted” y todo lo que de ello se desprende aún se mantiene), o ser objeto de los siguientes comentarios: “Es peor que un hombre”, “¿Quién es esa Barbie?” “Déjala, debe tener la regla” o “No sabe hacer nada más que pintarse las uñas”.
El sexismo funciona como “un formidable instrumento para excluir a las mujeres de la esfera profesional”, con “efectos demoledores sobre la confianza en una misma y en los rendimientos”, señalaba el informe.
El fenómeno sexista suele ser “difícil de detectar”, decía, “porque los estereotipos están tan interiorizados que eso los convierte en invisibles”.
El 80% de las mujeres francesas se declaran víctimas crónicas de prácticas sexistas, según un informe