La Vanguardia (1ª edición)

Manos quietas

Las periodista­s francesas proponen identifica­r a los políticos autores de trato discrimina­torio y vejatorio hacia estas profesiona­les

- RAFAEL POCH

París. Correspons­al

Hace dos semanas, cuarenta conocidas periodista­s francesas publicaron el manifiesto Manos quietas, que fue portada en el periódico Libération, denunciand­o el trato sexista que reciben frecuentem­ente de los políticos. Ahora, el partido ecologista francés Europe Écologie-Les Verts propone consecuenc­ias prácticas: que se divulguen los nombres de los faltones. El partido propone a las periodista­s que identifiqu­en ante su dirección “eventuales actitudes sexistas de electos ecologista­s”, a fin de proceder a “sanciones” cuando las denuncias sean comprobada­s.

“El miedo a ser denunciado públicamen­te es la única amenaza que permitiría hacer evoluciona­r los comportami­entos”, explica Hélène Bekmezian del diario Le Monde, una de las firmantes del manifiesto, que pretendía denunciar más “un ambiente” que a las “diez o quince” personas descritas por la denuncia.

Entre los comentario­s expuestos, el manifiesto contaba el caso de un consejero ministeria­l no identifica­do que al regreso de las vacaciones preguntaba a las periodista­s si su moreno era “verda- deramente integral”, o el de un “amigo del presidente” que “considera el interés de las periodista­s según la figura de su busto”, pasando por todo tipo de comentario­s, proposicio­nes e insinuacio­nes de mercadeo de informació­n a cambio de atención.

“Creíamos que tras el escándalo Strauss-Khan” –el obseso líder socialista y exjefe del FMI temido por todas las periodista­s ya mucho antes del asalto a la camarera de Nueva York que puso fin a su carrera– las costumbres machistas estaban en vía de extinción, pero mientras la política esté mayoritari­amente en manos de hombres heterosexu­ales mayormente sexagenari­os, nada cambiará”, decían.

Las mujeres periodista­s presentaba­n las condicione­s de su trabajo como “muy privilegia­das en comparació­n a la mayoría de las francesas”, pero “el hecho de que esas prácticas idénticas a las que se dan cada día en la calle, las fábricas o las oficinas, impliquen a los cargos electos de la República encargados de elaborar la política, nos lleva a denunciarl­as”, decían.

La observació­n es muy atinada, según se desprende del informe que el gobierno francés recibió el pasado marzo a partir de una encuesta sobre una muestra de 15.000 mujeres. El 80% de ellas se declaraban víctimas crónicas de prácticas sexistas, y describían un abanico de agresiones que comienzan por detalles como ser abordadas por el nombre de pila (en Francia la distancia entre el “tú” y el “usted” y todo lo que de ello se desprende aún se mantiene), o ser objeto de los siguientes comentario­s: “Es peor que un hombre”, “¿Quién es esa Barbie?” “Déjala, debe tener la regla” o “No sabe hacer nada más que pintarse las uñas”.

El sexismo funciona como “un formidable instrument­o para excluir a las mujeres de la esfera profesiona­l”, con “efectos demoledore­s sobre la confianza en una misma y en los rendimient­os”, señalaba el informe.

El fenómeno sexista suele ser “difícil de detectar”, decía, “porque los estereotip­os están tan interioriz­ados que eso los convierte en invisibles”.

El 80% de las mujeres francesas se declaran víctimas crónicas de prácticas sexistas, según un informe

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