Hermanos hasta el final
Director: Guillaume Canet Intérpretes: Clive Owen, Billy Crudup, Marion Cotillard, Mila Kunis, Zoe Saldana, James Caan Producción: Francia-EE.UU., 2013. 127 m. Thriller. Prolífico actor con 60 películas a sus espaldas, también guionista y director, Guillaume Canet protagonizaba en 2008 –al lado de François Cluzet– Les liens du sang, un drama criminal dirigido por Jacques Maillot. Apenas cinco años más tarde, Canet ha conseguido la complicidad de James Gray (autor de notables muestras del género como La otra cara del crimen o La noche es nuestra) para efectuar un remake que traslada la acción a una convulsa ciudad de Nueva York, en 1974. Su personaje de François se transforma en Frank y es interpretado por Billy Crudup, actor visto en Enemigos públicos y Watchmen, que sustituyó al inicialmente previsto Mark Wahlberg.
Pero el indiscutible rey de la función, como no podía ser de otra manera, es el británico Clive Owen. No en vano el suyo es el personaje del hermano “malo”, es decir, del villano imprevisible. Con su exmujer (personaje a cargo de Marion Cotillard, ganadora de un Oscar por su recreación de Edith Piaf en La vida en rosa y compañera de Guillaume Canet en la vida real) tuvo dos hijos con él. Tras haber cumplido una condena de varios años logra ser puesto en libertad gracias a su buen comportamiento.
En la puerta del centro penitenciario le aguarda su hermano menor, la otra cara de la moneda. Es un agente de policía que parece tener una brillante carrera por delante. Pero tampoco son dos hermanos tan disímiles. Todos los seres humanos tienen puntos oscuros y algún secreto desconcertante. El hermano menor acoge al mayor en su casa, confiando en una rehabilitación se diría que imposible, aunque se trate de un ser imprevisible.
Lazos de sangre recupera el vigor de aquel cine criminal que imperó en los años setenta gracias a brillantes y renovadores cineastas como John Frankenheimer, Sydney Lumet o William Friedkin. También, por supuesto de Martin Scorsese, pero ya se sabe que alcanzar su extrema brillantez resulta muy difícil. Es un relato, turbio e inquietante, que funciona casi siempre a un buen ritmo, mostrando la turbulencia de las relaciones contrapuestas entre hermanos que se odian y se aman al mismo tiempo.