La Vanguardia (1ª edición)

Y Draghi tomó su fusil

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Qué sucede en los mercados? Los tipos de la deuda pública europea suben, las bolsas se agitan, el petróleo sube y el euro se recupera. ¿Qué ha pasado? El BCE lanzó en marzo su programa de compras mensuales de 60.000 millones de euros de deuda de la eurozona, básicament­e pública, para inundar el mercado de liquidez, deprimir los tipos de interés y debilitar el euro y, con ello, incentivar el crédito, las exportacio­nes y el PIB, y evitar la deflación. La respuesta de los mercados fue la esperada: los tipos de la deuda a largo plazo en Alemania se hundieron, los de a corto plazo en España y Alemania se situaron en terreno negativo, las primas de riesgo de España y otros países del sur cayeron a cerca de los 100 puntos básicos, y las bolsas europeas comenzaron un notable rally.

Pero nada es eterno en casa del pobre. En cuanto habíamos interioriz­ado este cambio, los mercados han comenzado a dar señales de preocupaci­ón. En los últimos días, las bolsas han oscilado más cerca de la depresión que de la euforia, y los tipos de interés a largo plazo en Alemania han repuntado bruscament­e: del 0,05% los de la deuda a 10 años al 0,65%. Al mismo tiempo, los precios del petróleo regresan a valores cercanos a los 70 dólares el barril y el euro recupera parte de sus pérdidas.

No hay explicació­n única de lo sucedi-

El BCE anuncia que acelerará las compras de deuda para calmar a los mercados, pero todo tiene su límite

do. Parte puede atribuirse a los temores que Grecia genera. Parte, a las incertidum­bres sobre el futuro de los tipos de interés en EE.UU. o en Gran Bretaña, donde los indicadore­s económicos suministra­n informació­n contradict­oria. Parte, a los temores de la frenada económica global, y sus efectos sobre Alemania y su capacidad exportador­a. Pero quizás el elemento más relevante de la crisis de la deuda de estos días haya sido la desconfian­za o el desconcier­to de los mercados. En la mejor de las hipótesis, el desencaden­ante de los actuales temblores serían los excesos de optimismo sobre lo que acabaría haciendo el BCE; en la peor, las inquietude­s respecto de la recuperaci­ón anglosajon­a y de la eurozona.

Sea cual sea la causa, Draghi se ha visto obligado a regresar a la palestra, y para calmar a los mercados el BCE anticipará sus compras de deuda del verano. Otra vez, su anuncio ha impulsado las bolsas, ha deprimido el euro y ha revaloriza­do la deuda. Bien está lo que bien acaba, aunque sea transitori­amente. Pero este episodio recuerda la vulnerabil­idad en la que nos encontramo­s. Mientras el BCE continúe imprimiend­o billetes, estamos a salvo.

Pero no esperen que ello vaya a prolongars­e mucho tiempo. Desde el FMI hasta el BIS de Basilea, y desde la OCDE hasta la Comisión Europea, se acumulan las advertenci­as sobre los riesgos de esa inundación de liquidez: la actuación de distintos bancos centrales parece haber inflado en demasía los precios de ciertos activos. Estén atentos. La banca central, a pesar de su poderío, también tiene límites. Y puede causar problemas.

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