La Vanguardia (1ª edición)

La secreta última morada de Videla

El primer presidente de la Junta Militar argentina está enterrado en un cementerio privado de Pilar

- ROBERT MUR

Buenos Aires. Correspons­al

Familia Olmos”. Junto a un “Q.E.P.D.” y una cruz son las únicas inscripcio­nes en la lápida rodeada de césped verde. No hay flores. Debajo está enterrado el dictador argentino Jorge Rafael Videla, según ha descubiert­o el diario Clarín, que el miércoles publicó una fotografía de la tumba y reveló su ubicación. Nadie quería saber nada de Videla, ni vivo ni muerto.

El general falleció el 17 de mayo del 2013 en la prisión bonaerense de Marcos Paz, donde están encarcelad­os otros militares que cometieron crímenes de lesa humanidad durante la dictadura (1976-1983). Videla tenía 87 años y cumplía cadena perpetua.

Se sabía que el primer presidente de la Junta Militar había sido enterrado en el Parque Memorial, cementerio privado de la localidad de Pilar, a unos 60 kilómetros de Buenos Aires, aunque la ubicación exacta era desconocid­a. La inhumación tuvo lugar una semana después de su muerte, el 23 de mayo, en estricto secreto y en una ceremonia a la que sólo acudieron su viuda, sus hijos y familiares muy cercanos.

La demora en el sepelio fue debida a que el cadáver pasó una semana en la morgue, donde se le practicó la autopsia para esclarecer si los médicos de la prisión –como denunció otro recluso– habían desatendid­o al general. Videla fue hallado muerto en su celda. Una semana antes se había caído en la ducha y había sido atendido en la enfermería de la cárcel sin ser trasladado a un hospital como hubiera sido aconsejabl­e debido a su edad.

La autopsia reveló que Videla tenía la pelvis y varias costillas rotas, además de una hemorragia interna. La justicia calificó el caso de “muerte dudosa” y abrió una investigac­ión contra tres médicos penitencia­rios. El juez entregó el cuerpo a la familia pero prohibió incinerarl­o hasta que acabara el proceso, que dos años después está a punto de concluir.

La primera intención era sepultarlo en Mercedes, localidad natal del dictador, situada a un centenar de kilómetros de la capital. Sin embargo, tanto el ayuntamien­to como los vecinos se opusieron. Otros cementerio­s privados también nega- ron a Videla la última morada, hasta que apareció la benefactor­a “familia Olmos”.

“Tengo una parcela a nombre de mi familia en esa ubicación, pero ningún Videla está enterrado ahí, salvo que lo hayan puesto sin mi permiso”, dice Florencio Alberto

El dictador murió en la cárcel, después de una caída en la ducha que los médicos no trataron como debían

Olmos a Clarín. El diario insinúa que Olmos miente y aporta el currículum de este mayor retirado del ejército que conoció a Videla en el Colegio Militar cuando era dirigido por el general quien, ya como dictador, le designó agregado militar en España.

Increíblem­ente, Olmos dice desconocer si Videla está enterrado en su parcela. “Quizá se hizo entre gallos y a medianoche”, afirma, aunque reconoce que “hubiera aceptado” si se lo hubieran pedido. “Los muertos tienen que ser respetados más allá de su ideología”, sostiene. Morada de momento provisiona­l, pues la familia ya ha decidido exhumarlo e incinerarl­o en cuanto el juez lo permita.

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EDUARDO DI BAIA / AP El general Jorge Rafael Videla en una imagen de 1978, cuando presidía la Junta Militar argentina

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