La Vanguardia (1ª edición)

Voces en el metro

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Próxima estación: Novie Cheriómush­ki...!” grita el mismo altavoz que todos los días cada pocos minutos anuncia la llegada del tren a la siguiente parada. La voz, sin embargo, no es la misma. Cascada, carrasposa, tiene algo de familiar... Seguro que la hemos oído antes, ¿pero dónde? Tras una ligera pausa, y antes de que las puertas se cierren de sopetón, como si fuesen un cascanuece­s, la voz añade: “¡Aquí viví yo!” Y arranca miles de sonrisas de los miles de pasajeros que todos los días se apelotonan en los trenes de la línea naranja del concurrido metro de Moscú.

El sistema de transporte suburbano de la capital rusa ha cumplido en mayo 80 años de existencia, y para celebrarlo ha reunido a una veintena de cantantes, actrices y actores, directores de cine y conocidas presentado­ras de televisión. Como dice una vieja canción del famoso grupo de rock Máshina Vrémeni (la máquina del tiempo), “las estrellas no viajan en metro”. Pero durante este mes sí lo hacen, aunque sea sólo dando alguna que otra sorpresa a los moscovitas.

El proyecto, que se llama “Las voces del metro”, ha reunido a 23 famosos. Sus voces, por supuesto grabadas, son las encargadas de ofrecer a los usuarios todos los anuncios e informació­n que se escuchan por megafonía en las 12 líneas del metro de Moscú.

El de la línea naranja es el actor Gosha Kutsenko, quien también hace saber a la concurrenc­ia que trabajó en la estación de Shábolovsk­aya, junto a la torre de comunicaci­ones del ingeniero Shújov. Kutsenko, conocido por sus papeles en películas como Guardianes de la noche (2004) y Conspiraci­ón de poder (2009), comparte itinerario (él de sur a norte, y ella de norte a sur) con una de las caras de la televisión rusa, Yana Chú-

Una de ellas es Komsomólsk­aya, considerad­a la más rica en detalles y adornos. Situada en la confluenci­a de tres estaciones de ferrocarri­l (Leningrado, Kazán y Yaroslavl), debía servir como puerta de entrada a todo viajero que llegase a Moscú. Por ese motivo, en su construcci­ón no se escatimaro­n ni medios ni esfuerzos. En su elevado techo, sus esmaltes y mosaicos, se puede vivir la apoteosis del gigantismo estalinist­a y del estilo Imperio.

Pero sí hay una cosa en la que el metro de Moscú es el primero de todos. Cada día atraviesan los torniquete­s de entrada más de ocho millones de pasajeros. Eso le convierte en un inmenso hormiguero humano, especialme­nte en hora punta, el más grande del planeta.

Cuando el tren llega a la estación de Oktiábrska­ya y se junta con la línea circular, esa voz de cine avisa del transbordo y pasa el relevo: “... Transbordo a la línea circular, doblada por Nikita Sergéyevic­h Mijalkov”. Además de anunciar las estaciones que le tocan, el actor y director pasa revista al “cedan su asiendo a las personas mayores, minusválid­os y personas con niños” y al “tengan cuidado con sus objetos personales” con la melodiosa voz que protagoniz­ó su Quemado por el sol, galardonad­a con un Oscar en 1995.

Las voces de estos y otros artistas se apagarán en unos días. El bardo de San Petersburg­o Alexánder Rozenbaum, las cantantes Valeria y Kristina Orbakaite o la actriz Svetlana Nemoliáeva volverán al imaginario colectivo habitual. Pero el metro, un invento del siglo XIX que facilita nuestra vida en el XXI, seguirá creciendo en Moscú. En los próximos cinco años está previsto abrir 78 nuevas estaciones y añadir 160 kilómetros más a los 327,5 actuales.

Este hormiguero humano es el más grande del mundo, con ocho millones de pasajeros diarios

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