La Vanguardia (1ª edición)

Más de 143.000 firmas apoyan la ‘ley de la PAH’ contra los desahucios

- D. MARCHENA Barcelona

Cada convocator­ia de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) es un nueva demostraci­ón de fuerza. Necesitaba recoger al menos 50.000 firmas para instar una iniciativa legislativ­a popular (ILP) y ha recogido 143.380. Los activistas antidesalo­jos, y oenegés hermanas como la Aliança contra la Pobresa Energètica y el Observator­i de Drets Econòmics, Social i Culturals, entregaron ayer en registro del Parlament de Catalunya seis voluminosa­s cajas con todos los apoyos recabados.

El reto no es fácil. Las organizaci­ones convocante­s, que también cuentan con el respaldo de la Assemblea Nacional Catalana y de la Taula del Tercer Sector, quieren que antes de que se acabe el curso político se apruebe una iniciativa legislativ­a popular contra los desalojos y la pobreza energética. Cada día que pase sin que entre en vigor, aseguran, 43 familias catalanas se quedarán sin casa y otras 443 sufrirán cor- tes de luz, agua o gas. Es lo que llaman el contador de la vergüenza, con el que van a llevar el recuento diario de lo que pase a partir del día 1, es decir, ayer, cuando se entregaron las firmas.

La PAH tiene el apoyo de todos los partidos con representa­ción en el Parlament de Catalunya, salvo CiU y PP. Un total de 70 municipios –26 de ellos con alcaldes de CiU– han votado mociones a favor de la ILP. Según Carlos Macías, de la PAH, y Maria Campuzano, de la Aliança contra la Pobresa Energètica, necesitan sólo que dos diputados convergent­es o populares rompan la disciplina de voto para lograr que la iniciativa salga adelante.

En realidad, ambos dijeron “dos diputadas”. Es una muestra más del simbolismo que ha arraigado en esta entidad. Todos sus portavoces, sean mujeres o no, hablan en femenino, como muestra de apoyo hacia el feminismo y para luchar contra el olvido institucio­nal de las mujeres. Ellas, además, son mayoría entre el voluntaria­do, tanto de esta oenegé como de otras. Ahí está el caso, por ejemplo, de Rosa, una jubilada de 69 años, que batalla desde hace tres para que no la echen de su casa. Si todavía vive allí, es gracias al apoyo de la PAH. Por eso, ayer era una más entre el centenar de personas que acudieron a entregar las firmas a la cámara catalana. La señora Rosa, que está mal de las piernas, iba cargada con una caja, no vio un bordillo y se cayó. Todos la abroncaron. “Pero Rosa, que tú no estás para esto”, le decían. Y ella, respondía: “Yo soy una más y aquí estaré mientras tenga fuerzas”.

Es el secreto de la PAH, que aglutina a jóvenes, jubilados, amas de casa, nacidos aquí y migrantes. Personas que, en su mayoría, nunca se hubieran imaginado micrófono en mano, al frente de una manifestac­ión. Ni empapeland­o con pasquines las ventanilla­s de un banco. O cargando una pesada caja en el parque de la Ciutadella. Y, sin embargo, allí estuvieron ayer. Y volverán a estar cuando se lo pidan, “tratando de devolver el favor y de evitar que a otros les pase lo mismo”, como afirma Rosa.

La plataforma social activa el ‘contador de la vergüenza’ para dejar constancia de cada nuevo desalojo

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