La Vanguardia (1ª edición)

Vidas agridulces sin más

- SALVADOR LLOPART

Director: Roy Anderson Intérprete­s: Holger Andersson, Nils Westblom, Charlotta Larsson Producción: Alemania, Francia, Noruega, Suecia, 2014. 100 m. Comedia surrealist­a La paloma sobrevuela escenas inesperada­s hasta que se para en una rama para reflexiona­r sobre ¿sobre qué? ¿Sobre el patetismo de la existencia? ¿Sobre lo que la vida tiene de ridículo? Sobre la gloria efímera de un rey muy digno frente a un lavabo ocupado, por ejemplo. Sobre el destino del desayuno de un tipo muerto, allí mismo, haciendo cola, con la bandeja en la mano y el desayuno pagado. Y así hasta las cuarenta escenas semejantes, una cuarentena de historias que componen este filme que rompen el molde, reconocido con el León de Oro en el festival de Venecia. Una sugerente propuesta de Roy Anderson alrededor de la extrañeza en la que Sam y Jonaham son lo más parecido que tiene a unos protagonis­tas. Como el Quijote y Sancho de la farsa, son viajantes de dientes de Drácula, aparatos de risa y máscaras, “para ayudar al mundo a divertirse”, dicen con la tristeza pintada en la cara.

Estamos ante una meditación sobre el sinsentido de la existencia desde la melancolía, allí donde el absurdo encuentra su razón de ser en un humor callado y quieto. Un humor que no es ni blanco ni negro; si acaso, de un gris profundo, como grises son las vidas agridulces a las que se acerca este inclasific­able y muy recomendab­le filme sobre casi todo y sobre casi nada. Y después de todo lo que llevamos dicho, que parece tan enfático y tan trascenden­te, tan profundo, hay que recordar de nuevo que es una comedia donde el humor llega de forma inesperada. Aunque la narración es fría como el invierno sueco y la cámara está muy quieta: inmóvil testigo que. a veces. muestra una cierta compasión por el género humano y, otras, acentúa lo grotesco.

El absurdo de una colección de desatinos encadenado­s, donde gente más o menos ordinaria, del norte de Europa, que eso marca, hace cosas ordinarias que nos parecen extraordin­arias. Personajes con un poco más de maquillaje blanco del necesario, para acentuar esa extrañeza de la que habla uno. Donde el humor se va haciendo menos alegre en cada historia, hasta que la sonrisa acaba por quedarse como congelada. Cosas del frío sueco.

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GOLEM Sam y Jonaham, personajes del filme de Anderson, son como el Quijote y Sancho del absurdo

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